Ramón Núñez elige entre toallas de tela o de papel. Uno de los mil detalles que harán posible que don Felipe y doña Letizia corten hoy la cintapara abrir una cuarta cuna para la ciencia. La primera patrimonial.
—¿Nervioso ante la inauguración o respira tranquilo después de haber parido ya tres museos?
—Estoy como si fuera primerizo. Nervioso sí, pero creo que los nervios son un ingrediente útil. El aumento de adrenalina mejora tu capacidad para hacer las cosas. Lo malo es tener nervios sin control. Sin embargo, un estado de excitación es bueno.
“Habrá un día gratis, probablemente los domingos, para la gente con menos recursos”
—¿Intentó que vinieran los reyes, tal y como era su deseo inicial?
—Para mí es perfecto que vengan los príncipes por una razón en la que nadie ha reparado. Y es que el príncipe es el único miembro de la familia real que no estuvo en la inauguración de la Casa de las Ciencias porque estaba estudiando en Canadá. Además, recuerdo que la primera sesión de Planetario fue sobre el cielo que brillaba en la noche en que nació, así que con esta visita se cierra un ciclo.
—¿Qué supondrá la apertura de este museo para la ciudad?
—Primero, completará la dotación de los Científicos coruñeses con un elemento que en museología es esencial y que es el patrimonio, porque los Científicos se llaman museos pero no cumplen con la función de contribuir a la conservación del patrimonio histórico. Será el primer centro objetual formado por piezas de colección, que contribuirán a la cultura científica de una manera concreta. La pondrán en valor. La cultura de un pueblo se mide por el respaldo a las raíces históricas. Un centro que conserva piezas tecnológicas es que valora la tecnología.
—¿Cuáles cree que serán los objetos estrella del Muncyt? ¿Los que más llamarán la atención?
—Hay cosas para distintos públicos. A los niños les llamará la atención los jumbos y los robots y a los frikis todo lo que tenga que ver con la historia tecnológica, los pequeños tesoros relacionados con la tecnología. Después, los coruñeses se verán identificados en la linterna de la Torre de Hércules o en el proyector del cine París. El museo está diseñado con un componente de cambio muy alto. Excepto el jumbo, todo lo demás se puede cambiar. De hecho, la mayoría se renovará.
—Un museo que se ha construido con la colaboración de muchas firmas e instituciones.
—Sí, primero hay que hablar de Iberia, que ha sido la que más se ha volcado con el museo. No solo con la cabina del jumbo, sino también con la turbina y una serie de instrumentos. Una mención especial también merecen los herederos de Mónico Sánchez, que nos donaron la colección más importante del mundo de tubos de vacío. Y la Autoridad Portuaria, que depositó la linterna.
—Hablaba meses atrás que su intención era que el Muncyt se integrara con los otros tres Museos Científicos. Que formasen un todo. ¿Lo ve factible?
— Yo creo que sí. No tiene por qué plantear dificultades. En todo momento los museos colaboraron con nosotros. Partimos de que todos los técnicos son amigos personales, con los que comparto objetivos. Nuestra actividad viene motivada por la seguridad de que la colaboración es imprescindible. Si no, existirían absurdos como programar conferencias el mismo día o publicar sobre idénticas temáticas. O incluso para las reservas de visitas por parte de centros escolares. Lo normal sería llamar a un mismo centro para los cuatro.
—¿Qué actividades ofertará el museo?
—Todavía no planificamos actividades concretas. Esperamos reunirnos con los Científicos pero es una cuestión que no corre prisa porque lo que toca ahora es la inauguración y ver qué pasa con la criatura cuando tenga 400 personas. Qué retoques necesita.
—A largo plazo, ¿qué posibilidades darán los objetos para crear un programa dinámico?
—Serán actividades parecidas a las que ofertan los otros museos: se editarán publicaciones y se organizarán ciclos, conferencias, cursos y teatro de ciencia. Preferentemente las dirigiremos a la tecnología, la innovación y la industria. Habrá talleres de robótica, relacionados con la electrónica y los nuevos materiales.
—¿Cuánta gente trabajará en el Muncyt?
—En la sede somos ocho técnicos y administrativos y después hay una serie de servicios contratados como la limpieza y la seguridad, de mantenimiento y atención al público. Somos en total treinta y tantas personas.
—El edificio se abre al público en una fecha muy especial, el Día de la Ciencia en la Calle.
—Sí, la inauguración será un acto triple porque primero será la visita de los príncipes y el descubrimiento de la placa, esto es, la inauguración oficial. El segundo acto vendrá por la tarde con la presentación del Muncyt a los profesionales, los técnicos de museos científicos, periodistas, divulgadores de la ciencia y a todos los que colaboraron en montar el museo. Y el tercer acto es la apertura al público.
—¿Lo más difícil, no?
—Es más difícil porque esperamos que venga mucha gente. Tenemos que empezar a controlarlo Ver cómo se comporta el edificio y saber gestionar al público. Hay cosas que se aprenden de los Científicos pero al final cada edificio tiene su singularidad por mucho que se gestione a priori. Todo esto, con los recursos mínimos.
—¿Cuánto costará la entrada?
—La entrada no está fijada aún pero creo que será de tres euros, y 1,50 la reducida. El copago en cultura está perfectamente aceptado por la sociedad. También habrá un día gratis a la semana, que probablemente será el domingo, para la gente con menos recursos económicos.
—Decía Novelle, el presidente de la Asociación de Amigos de la Casa de las Ciencias, que querían representar al Muncyt.
—Es perfectamente lógico y va con el espíritu de la asociación. Yo estuve en la creación del colectivo y entre los miembros fundadores había personas de Pamplona, Madrid o Granada. Porque aunque se llama la Asociación de Amigos de la Casa de las Ciencias son en realidad amigos de los todos los Científicos. La asociación de amigos que tenemos es esa.