Han pasado cinco décadas desde los orígenes y, aunque retirado de la primera línea, la ilusión y el desvelo del fundador de Aspronaga (Asociación Pro Personas con Discapacidad Intelectual de Galicia), Martín Pou, no decae. Se fija retos de futuro, pero en un aniversario tan significativo, sobre todo, recuerda los comienzos en los que la ayuda de las administraciones era nula y tuvieron que luchar solos para integrar a los afectados.
Aspronaga celebra el medio siglo de vida. ¿Esperaba que la evolución fuera tan grande?
No se parece nada a lo que fundamos hace 50 años, se desarrolló de una forma tan grande que nadie podía prever hace 50 años que hoy fuera la entidad que es.
¿Cómo fueron los orígenes?
Teníamos un vacío muy grande y buscábamos el remedio para atender a los afectados por el síndrome de Down. Me enteré de que existía una asociación para padres en Valencia y me puse como loco, le envié una carta apasionada al fundador diciéndole que había que hacer algo en beneficio de mi hija María Jesús, pero no solamente de ella sino de todas las María Jesús que había en La Coruña y que quería seguir sus pasos. Me contestó con un anexo en el que respondía a todas mis preguntas.
\“Tuvimos visión de futuro porque ya hablábamos de crear los talleres ocupacionales\”
Y, estando solo, ¿fue difícil simar apoyos y colaboradores?
Pensé que era necesario aglutinar personas y se me ocurrió publicar un anuncio en El Ideal Gallego. De memoria recuerdo que decía: \“Aviso importante. A todos los padres y familiares de una persona mongólica nos podemos reunir en el local de Cáritas territorial para una reunión de suma importancia para este colectivo\”. El entusiasmo fue grande y la asistencia horrorosa, no cabía nadie, la convocatoria fue tan grande que me temblaban las piernas cuando veía a toda esa gente que estaba ansiosa por dar una solución a sus hijos.
¿En ese primer encuentro ya se crearon los órganos rectores?
Se creó una comisión promotora que formamos José María Bermejo, Cecilio Fernández y yo. En unos días organizamos una reunión para crear la junta rectora. Es gracioso cómo se formó porque fui llamando a las personas que conocía según las veía. Llamé al presidente del Banco del Noroeste y le dije \“tú que eres rico, me interesa que presidas la asociación\” y subió al estrado; había un procurador y le pedí que se uniera porque me interesaba alguien conocedor de la parte jurídica; se lo dije al actual director de la Cocina Económica, Alberto Martí, porque era muy querido en la ciudad y necesitaba divulgar la iniciativa y cuando ya conocía a nadie más comenté que quería una junta de 14 personas y empezó a subir gente.
De esos primeros pasos hubo que sacar unos estatutos y tener mucha visión de futuro...
Nos reuníamos en el Café América dos veces a la semana y allí fuimos elaborando los primeros estatutos que se hicieron con más corazón que cabeza. Pero también tuvimos esa visión de futuro porque ya hablábamos de los talleres profesionales, sabíamos que nuestros hijos tenían que salir del colegio para algo.
Por lo que parece movió a una gran masa social pero, ¿las administraciones les apoyaron desde el principio?
Un día le pedí un favor al Gobernador Civil que era amigo mío y me dijo que me lo concedía pero cuando le expliqué que necesitaba un local vacío para crear un colegio me contestó: \“Tu niña y los que son iguales tenían que estar en el castillo de San Antón\”. El castillo había sido la cárcel de los militares, me quedé frío y no supe que contestar pero lloré toda la noche.
¿Con el Gobierno ocurrió lo mismo?
Cuando era director de la Confederación Española de Organizaciones en favor de Personas con Discapacidad Intelectual fuimos a visitar a un ministro de Educación y nos contestó que no gastaba ni un céntimo en estos niños porque era igual que encenderse un puro con un billete de 1.000 pesetas. Este ministro después vino a La Coruña y nos ayudó bastante porque se arrepintió. Aquella era la mentalidad.
Con los estamentos en contra, ¿cómo pudieron crecer en recursos? ¿Fue todo gracias a los fondos propios?
El presupuesto actual es elevado, estamos en unas cifras impensables. En el primer período vivíamos de la caridad, no teníamos ningún ingreso que pudiese garantizar el pago de nuestros gastos. Los suplíamos con los socios protectores pero tenían cuentas muy bajas y había que buscar el dinero de otras formas. Se nos ocurrió hacer actos benéficos y corridas de toros. También tuvimos que recurrir forzosamente a hacer una cuestación pública y resultó sensacional: recaudamos 580.000 pesetas y fue algo que nos salvó la economía de un año. El Estado no pagaba nada, ni un céntimo, solo a algunos padres les daban becas escolares pero después se crearon las subvenciones: la Diputación nos daba una ayuda fija y el Ayuntamiento también y contábamos con la Caja de Ahorros y la Barrié.
¿Cuando se implantaron los convenios que tiene ahora?
Llegó un momento en 1996 en el que el Gobierno se dio cuenta de que tenía que resolver el problema de nuestras economías y creó unos convenios para la enseñanza especial. Empezaron a pagar por plaza y nuestra economía cambió, algunos años incluso tuvimos superávit y eso permitió nivelar los presupuestos.
¿Se mantienen los fondos propios de los socios protectores?
Perduran desde el principio aunque nuevos tenemos pocos. Ahora son 406.
¿La crisis actual se nota en los fondos de Aspronaga?
Estamos pendientes de la renovación del convenio con la Xunta para 2013 y aunque es por 50 tiene la facultad de modificarlo. Hay preocupación sobre cómo se puede renovar porque no vamos a permitir que sea a cambio de una prevenda política.