En A Coruña a lo largo de la historia hubo diversas capillas o ermitas que por una razón u otra desaparecieron. Estas son algunas de ellas:
Capilla de San Amaro
Existió sobre el siglo XV. El padre Terrones firmó el 3 de enero de 1609 con Sebastián Varela Flores, procurador de la Real Audiencia de Galicia, un acuerdo según el cual el convento de san Francisco enviaría un religioso para que todos los lunes dijese una misa rezada en la capilla de San Amaro cuando se acabase de tañer la obra prima en la iglesia colegial. Además, el día de san Amaro irían cuatro frailes a cantar las vísperas.
Capilla de Santa Catalina
Según algunos documentos debió existir antes del siglo XV. Apenas queda constancia documental de esta ermita que al parecer estaba anexa a un hospital de la misma advocación, cuya capilla debía ser de reducidas dimensiones. Se trataba de una fábrica en su conjunto capilla-hospital y situada cerca de lo que hoy es el Cantón pequeño.
De sus restos solo quedó en pie un crucero de piedra, el cual fue demolido en 1838 a petición de los mercaderes que allí tenían sus puestos y no se sentían cómodos en hacer sus transacciones comerciales teniendo a su vista un testigo tan incómodo para ejercer sus negocios a la manera de entonces como era aquel pétreo crucero del otrora templo y hospital de Santa Catalina.
Aquel crucero databa de muy antiguo según manifestaciones de los comerciantes que allí ejercían su negocio y cuya capilla debió pertenecer a los Caballeros del Temple, en tiempos muy lejanos, ya que esta orden dejó de existir por Bula Papal antes del siglo XIV.
Un año después, en 1839, aquellos mercaderes fueron trasladados desde este lugar al Campo de la Leña.
En los Libros de Actas municipales, en la sesión del 17 de agosto de 1838, se da cuenta de una petición que hace el señor Gurrea, que dice: “Ilustrísimo Ayuntamiento, por tradición se debe que el crucero que existe en la plazoleta de Santa Catalina, era el signo de una Iglesia o capilla que tenían allí los Templarios, cuyo edificio no existe desde tiempos muy remotos. Algunos vecinos de dicha plazoleta, conociendo lo que entorpece dicho signo a la franqueza que debe tener aquel lugar para el mercadillo que se acostumbra a poner allí los martes y viernes, para la venta diaria de hierba y lo que es más, por la irreverencia que observan los placeros a su vista y mozos de mulas, deseando por lo mismo su desaparición (...) y resultando aprobado por mayoría, se resolvió se encargue de la ejecución y derribo del crucero, el mismo señor Gurrea, de que quedó enterado y se archive su petición en la mesa a que corresponde”.
Apenas existen más datos sobre ambas fábricas incluyendo el posterior paradero del propio crucero, aunque al parecer este fue aprovechado como piedra para los arreglos de la ciudad, en concreto, en el camino de Riazor.
Capilla de Santo Antonio
En la ánima donde se levanta el baluarte fortificado de San Antón hubo antes del inicio de su construcción en 1525, una ermita-lazareto o refugio de las gentes del mar, (Gremio de los Mareantes) que padecían de alguna enfermedad.
Tanto la ermita como el hospital estarían atendidos por los hermanos de la Orden Franciscana de advocación a dicho santo, y de ahí adquiere posteriormente el nombre del fortín de San Antón. Cerca, en los mismos peñascos que conducían a la de San Antonio, se encontraba la capilla del dicho gremio y con advocación a Santa Marina.
Capilla de Santa Lucía
Se trataba de una sencilla y humilde capilla anexa a una leprosería que se conocía como de San Jorge de Afuera al depender de la Parroquial de San Jorge, la cual existía desde el siglo XVI.
A mediados del siglo XIX se situó en el llamado Camino de la estación, próxima al lugar de población de su mismo nombre. Para hacer el ensanche de aquella vía era necesario su derribo, y así, en 1860 se intenta por vez primera llevar a efecto la demolición y trasladar el culto a la de Santa Margarita. Las autoridades eclesiásticas se opusieron a esta iniciativa por cuestiones de índole pastoral, levantando una nueva capilla de aspecto muy sencillo en la denominada rúa do Monte, espaldas a la calle Falperra y cerca del llamado Camino Nuevo, hoy Juan Flórez. Dicha capilla no tenía nada reseñable, más bien parecía una bonita ermita pueblerina, en la cual se establece la de Santa Lucía, en tanto no se terminaba de hacer la nueva iglesia, que se iba a levantar en la plaza de Lugo.
Con el paso del tiempo, en 1930 esta humilde ermita se convirtió en la capilla de San Pedro de Mezonzo y apenas seis años después, en el prólogo de la Guerra Civil española sufrió las iras populares de aquellas turbas que la quemaron.
Más tarde con la ayuda de sus fieles devotos fue restaurada, pero acabó por desaparecer entre 1963 y 1970, cuando se hicieron las obras del viaducto de entrada a la ciudad, pasando su representación al nuevo templo basilical de aquel mismo nombre, situado al pie de dicho viaducto.