Con la llegada del calor, sobre todo a partir de julio, lo habitual hasta hace unos años es que aumentara el número de animales abandonados, hasta abarrotar las instalaciones de las protectoras como Apadan o Gatocan. Sin embargo, la crisis ha hecho que esta tendencia cambie, aunque para peor: según la presidenta de esta última entidad, Beatriz Martín, el abandono ya es continuo y “brutal”, de manera sus perreras se encuentran colapsadas. “La lista de espera para poder encontrar un sitio es de tres meses, prácticamente se ha duplicado”, alerta Martín.
Tanto la asociación que ella preside como la de Apadan se caracterizan por que nunca sacrifican los animales. “De aquí solo salen cuando encuentran una familia”, aclara Martín, y en realidad, ese es un problema añadido, porque tampoco es que las adopciones estén siendo muy numerosas; de ahí que 300 perros abarroten sus instalaciones. “La gente viene aquí, ve cómo los cuidamos y quieren entregarnos a sus mascotas, pero precisamente por eso no podemos admitir más, porque los perros necesitan su espacio”.
casos trágicos
Antes de la crisis, los hoteles caninos y el aumento de las medidas protectoras, como la instalación de microchips, habían mejorado las condiciones de las mascotas y reducido los abandonos. Sin embargo, la depresión económica ha llevado a algunas familias hasta tal punto que ya no pueden permitirse mantener a su perro con ellos. Son estos casos los más trágicos.
“He visto a gente que tiene que abandonar a su mascota con un gran dolor de corazón porque simplemente ya no puede tenerlo con ellos aunque lo quiere muchísimo”, asegura Martín. Y es que ser un dueño responsable implica hacer una serie de gastos como comidas y visitas al veterinario, que una familia con todos sus miembros en paro simplemente no puede tolerar.
“Es algo en lo que a veces no se piensa cuando se lleva uno un perro a casa. Todo el mundo piensa en el momento cuando llega y el perro y te lame la mano pero no en la responsabilidad que supone”, razona. Esta responsabilidad se convierte en una carga cuando no existen los medios para afrontarla. Por eso ya no se espera al verano: el abandono es continuo. “Como siempre, la crisis se ceba en los más débiles”, sentencia Martín. n