Habrá que esperar medio año más como mínimo a que el esqueleto de árbol del Muncyt tenga todas sus ramas cubiertas de objetos históricos vinculados al mundo de la ciencia y la tecnología. Y es que el edificio Prisma abría sus puertas en mayo de 2012 con la séptima planta vacía a falta de una inyección económica de 300.000 euros para su puesta en marcha que nunca llegó. Su apertura se pospone así hasta el verano por motivos presupuestarios.
Desde el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología señalan que están redactando estos días el pliego de condiciones para publicar en breve la convocatoria y que las empresas presenten sus propuestas en un plazo que todavía no está estipulado pero que calculan rondará los seis meses. En todo este tiempo, el piso permanecerá cerrado al público para completar el discurso a lo largo de este año con un espacio que estará dedicado al siglo XX.
Los cien años con más cambios tecnológicos tendrán presencia a través de piezas clave. En principio, la idea es que los módulos se cubran con adelantos significativos, bien de cada año del siglo o de cada década, con el objetivo de que el visitante recorra en pocos metros cuadrados la última historia del hombre. La más reciente.
Es por eso que la séptima planta contará con el guiño del visitante que se encontrará con aparatos obsoletos que en su día fueron básicos y que hoy en día se han sustituido por otros nuevos.
Las bases para optar en la reconstrucción del siglo XX saldrán publicadas en las próximas semanas a través del Fecyt (Fundación Española para la Ciencia y Tecnología). De esta forma, el centro continuará incompleto a falta del trozo de una historia que se ve reflejada en el museo a través de patentes curiosas y joyas importadas de otros centros.
Es así como el curioso puede detenerse ante inventos tan simples como el papel de burbuja o las tiritas, para irse hasta el campo de la física y la química. Allí, la pareja de robots Pepexán y Marilú muestran al mundo los secretos del laboratorio. De la planta baja, el visitante pasa a una segunda dedicada al Patrimonio, que es oscura porque la luz podría dañar verdaderos tesoros como el sextante de Fulgencio Rodríguez o la única ballestilla completa que se conserva en el mundo. La innovación ocupa el cuarto piso y en la sexta, la pieza estrella –la cabina del Boeing 747– permite a los viajeros disfrazarse de piloto por un rato. Siguiendo la máxima de cambiar el escenario del cuento cada poco tiempo, el Muncyt reserva la novena a exposiciones temporales. En un universo donde no reina una sola y las distintas disciplinas bailan a la vez.