Se supone que la tarjeta Millennium es un invento para hacer la vida más cómoda a los usuarios del bus urbano. Sin embargo, resulta una molestia para quien quiera que esté al cargo del gobierno local. Esta vez la disputa viene dada por el anuncio del alcalde, Xulio Ferreiro, de que no podrá suministrar nuevas tarjetas hasta la semana que viene porque la empresa que las fabricaba entró en liquidación. La anterior concejala de Movilidad , Begoña Freire, tacha a su sucesor, Daniel Díaz Grandío, de imprevisor. Pero, más allá de los errores políticos, lo cierto es que la historia de la tarjeta Millennium está marcada por los continuos problemas que amenazan con eternizarse.
Todo comenzó en junio de 2008, durante la etapa del bipartito, cuando el Ayuntamiento envió a 200.000 coruñeses (los mayores de edad) el papeleo para inscribirse. Durante meses, el Gobierno local había generado expectación sobre esta tarjeta, que se supone que revolucionaría el transporte público y que permitiría pagar la ORA, el abono de los impuestos municipales y serviría como carnet de socio en las bibliotecas municipales, a partir de enero de 2009.
Al lado del antiguo bonobus, la flamante Millennium multifunciones parecía un pase VIP para toda la ciudad. El problema fue que su diseño era igual de VIP: tenía un circuito de fabricación y un software específicos. En muchos sentidos, era un prototipo.
Y como todos los prototipos, pronto empezó a dar fallos, porque la tarjeta resultó ser muy frágil. En septiembre del mismo año comenzaron a filtrarse las primeras quejas de los usuarios, que se sumaron a las colas habituales de principio de curso para pedir una nueva tarjeta Millennium. De repente, la iniciativa que iba a revolucionar el transporte público coruñés se había convertido en un problema.
No solo para los usuarios, sino también para los sufridos chóferes de Tranvías, que tenían que enfrentarse con los viajeros frustrados, que veían cómo el lector se negaba a reconocer su tarjeta. El por entonces presidente del comité de empresa de la Compañía de Tranvías, José Manuel Fuentes, lo explicaba así: “Hay como un hilo que recorre el borde de la tarjeta y cuando se rompe, queda inservible”. A veces los conductores, a base de voluntad y de doblar una y otra vez la tarjeta, conseguían que funcionara, pero solo con el peaje de provocar retrasos en la ruta.
Plus y más allá
La administración socialista no consiguió solucionar el problema, que heredó el PP. En 2011 se enfrentó a su propia carestía de tarjetas porque, según comentó la concejala de Movilidad, Begoña Freire, los socialistas no habían dejado licitado el contrato. Pero el anterior alcalde, Carlos Negreira, decidió que lo mejor era crear una nueva tarjeta, dado que la vieja seguía dando fallas. La denominó Millennium Plus y que presentó junto con el plan de Movilidad, en febrero del año pasado. Y para ir aún más allá, añadió funciones al cartón, prometiendo que serviría también de tarjeta monedero.
Pero nunca llegó a hacerse realidad y el nuevo edil del área anuncia que está impulsando estudios de cara a “cambiar o modelo de tarxeta, a curto ou medio prazo” porque “mellorar a mobilidade é unha prioridade para este Goberno”. Todavía no se sabe nada de la nueva tarjeta a la que muy pronto tendrán que enfrentarse los coruñeses excepto que, por las connotaciones, seguro que no se llamará Millennium Plus Ultra.