La bajada de las temperaturas siempre es una dura prueba para aquellos que viven en la calle. Desde que en 2011 se registraron varias muertes de sin techo, cuyos cuerpos fueron encontrados en portales y refugios improvisados, la ciudad es muy consciente de ello, y son varias instituciones las que se encargan de atender a estas personas en peligro de exclusión social. En el Proyecto Boanoite, formado por un grupo de jóvenes que salen cada viernes de la parroquia de San Francisco de Asís para atender a los sin techo, han percibido un brusco descenso de este colectivo, que ha pasado de 60 a 30 personas en los últimos tres años.
“Desde que ocurrió lo de las muertes, las autoridades se pusieron manos a la obra, coordinaron a todos los grupos, y la situación es mucho mejor”, explica Natalio Saludes, el fraile franciscano al frente del proyecto. Además de los servicios sociales del Ayuntamiento, son varias las entidades privadas de la ciudad que se ocupan de asistir a este colectivo, entre ellos Cruz Roja, el refugio Padre Rubinos o la asociación Renacer, pero la labor del Proyecto Boanoite se encuentra entre los menos conocidas por el gran público.
“Empezamos hace cuatro años y estoy bastante satisfecho porque los chicos no lo han abandonado”. Cada viernes a las nueve de la noche, un grupo que oscila entre doce y a veces hasta 40 jóvenes se reúne en el sótano de la parroquia para preparar las bebidas calientes con las que ayudan a los sin techo a combatir el frío de la noche. Al salir, se dividen en dos grupos o más, dependiendo de la asistencia, y mientras uno se mueve en coche por la zona de Cuatro Caminos otros van a pie por el centro.
experiencia positiva
En los cuatro años de vida de este proyecto, el saldo ha sido bastante positivo, según afirma Saludes, que asegura que los sin techo reaccionan positivamente a la oferta de ayuda desinteresadas por parte de los jóvenes. “Exc cepto en un caso de cada cien, lo que basta para que no permitamos que vayan menores”, añade.
No siempre es fácil tratar con personas que sufren graves problemas, como alcoholismo o trastornos mentales. “Al principio siempre te cuenta lo mismo, se quejan de algo, pero luego la película va cambiando”, explica el fraile, que asegura que una vez roto el hielo, se puede conocer a las personas que viven en la calle y cuales son sus verdaderos problemas. “A algunos, cuando lo necesitan, les damos cobijo en una casita que tenemos en Me-soiro, pero solo si nos los envían los Servicios Sociales”. Porque, como el mismo reconoce, se necesita más que una charla y una bebida para volver a empezar.