Los organizadores de la Feira das Marabillas se han superado buscando una alternativa de ocio para los más pequeños y han dado con la fórmula perfecta. Crear un parque de atracciones con el hilo conductor del Medievo. Los niños están encantados y los padres aún más cuando los ven disfrutar en las distintas actividades disponibles en la plaza de María Pita.
La agenda de actividades es inmensa y prácticamente cada cuarto de hora los pequeños tienen la posibilidad de sumarse al público de una sesión de cuentacuentos, un teatro de marionetas o un taller de olería. La lista es casi interminable y apta para espectadores inquietos que manejan la atención a su gusto.
Pero más allá del horario reglado, hay un sinfín de cosas para no aburrirse. Otros años las atracciones “vintage” se ubicaban en distintas zonas de la Ciudad Vieja pero este año se han juntado delante del Ayuntamiento abriendo la posibilidad a que la feria en miniatura creciera.
Que se lo digan si no a los clientes de la noria, que este año pueden disfrutar de dos distintas. Hay niños que prefieren pasar el tiempo sentados en los columpios de los dos tiovivos o que deciden surcar los mares a bordo de una barca con motivos vikingos. Como demostraron ayer los usuarios del Recuncho das Pícaras el castillo-colchoneta es una de las atracciones que más éxito tiene.
¿Quién necesita trepar por la espalda de Bob Esponja para deslizarse a través de su boca teniendo una cama elástica en un castillo de princesas y príncipes? Si se les pregunta a los fieles de las atracciones, que desaparecerán el lunes por la noche, no hay duda.
Lo cierto es que la única pega es que estos paseos y viajes hay que pagarlos a 3 euros porque de alguna manera se autofinancia el evento más famoso del casco histórico.
De manera gratuita incluso hay entretenimiento para los más individualistas, que ayer se atrevían a probar su destreza lanzando objetos con pequeñas catapultas o uniendo enrevesados puzzles mientras sus padres les hacían fotos emocionados. Y es que un hijo no participa todos los días de un campamento medieval. En el mismo recinto se han organizado las exhibiciones de vuelo de las aves que forman parte del rincón de la cetrería.
Para los que llevan días intentando averiguar dónde están los búhos, los buitres y las águilas –que suelen moverse de una edición para otra– no hay que dar más vueltas: en María Pita está todo lo que pueda ser del gusto de los reyes de las vacaciones.
A ratos les dejan acariciarlos o hacerse fotos con los animales y esa interacción lo vale todo para un público entregado.