Esta semana el Cabildo de la Catedral de Santiago aceptó la petición del Ayuntamiento de conceder la compostela a los peregrinos que realicen el Camino Inglés desde A Coruña. En la iglesia de Santiago, el pequeño templo románico que el apóstol tiene en A Coruña, la noticia se toma con la serenidad a la que invitan unos muros que se han mantenido en pie más de 800 años. El párroco, Andrés García Vilariño, cree que consigue eliminar un barrera que desalentaba a los peregrinos a recorrer el Camino Inglés, porque “ya no tienen que ir a Neda o a Ferrol o inventarse unas vueltas, como ir a Sobrado, por aquello de completar kilómetros”.
Por supuesto, lo que le interesa al Ayuntamiento es la promoción turística y ya han anunciado que potenciarán el recorrido jacobeo dentro de la ciudad e instalarán una señalización adecuada, además de realizar actividades. “A promoción do Camiño Inglés traerá consigo moitas oportunidades para o turismo”, declaró el alcalde, Xulio Ferreiro, para el que la medida servirá para potenciar la ciudad y el área metropolitana.
El padre Vilariño está acostumbrado a esa forma de pensar, dado que pocos peregrinos recorren la ruta jacobea por motivos piadosos. “Lamentablemente, la motivación no es religiosa, es más bien una motivación personal, explorar sus propios límites pero también sirve para que la gente se encuentre consigo misma”, reconoce el párroco. Al viajar ligero, se aprende a desprenderse de lo superfluo, y eso fomenta la espiritualidad y que se planteen preguntas que uno no tiene tiempo de hacerse. “Pero con el silencio, con el caminar, uno no puede eludirlas”, señala.
por el cambio
En la oficina que dispone la Cofradía de Santiago al lado del templo, se informa a los peregrinos acerca de estas particularidades de la ruta y se expide la credencial para que puedan acreditarse como peregrino. Cuando no está nadie en la oficina, se expiden en despacho de la Iglesia. Normalmente, el que emprende el Camino Inglés ya ha recorrido todos los demás. Y son muchos: el primitivo, el del norte, el portugués, “Es la quinta o la sexta vez que hacen el camino, y quieren cambiar de itinerario”, explica.
Lo dejan para el final porque quizá es el menos llamativo, aunque el párroco defiende que atraviesa paisajes muy bonitos: Betanzos, Abegondo, el Tambre, Sigüeiro... Además, a pesar de su corto recorrido comparado con las demás rutas, tiene sus propias dificultades que el viajero debe afrontar.
“El Camino Inglés es duro, porque tiene muchos menos servicios, es mucho menos autopista que el Camino Francés”, señala el párroco, porque al ser potenciado como reclamo turístico y atraer cada vez más gente, se pierde esa soledad que invita a la reflexión, sobre todo a partir de Sarria, que es cuando comienza la mayor parte de los peregrinos su andadura.
“Algunos peregrinos me han comentado a mí que al entrar en Galicia, el camino se perdía”, asegura. Con eso quiere decir que, al llegar a Sarria, ya empiezan los hacinamientos, la gente en cantidad, el barullo en los albergues, colas para llegar antes a la meta. “La vida ordinaria entra en el Camino con sus apremios”, se lamenta el sacerdote.
sobre todo españoles
Aunque la Cofradía de Santiago lleva muchos años orientando a los peregrinos, para el padre Vilariño es una actividad relativamente nueva: “Yo acabo de llegar, soy nuevo aquí, solo llevo tres años. Es distinto a lo que hacía en docencia así que aún estoy acostumbrándome”. En estos tres años, por el templo han pasado muchos peregrinos, sobre todo a partir de primavera.
Los hay de todas las nacionalidades, pero sobre todo españoles, con los que se mezclan europeos y orientales. “De ingleses hemos tenido alguna visita realmente curiosa, como los integrantes de una parroquia irlandesa que vinieron a repetir una peregrinación que hicieron en el siglo XV unos quince monjes cuyos restos aparecieron en una excavación”, recuerda el párroco. A raíz de ello, un grupo de seglares organizó una peregrinación en barco y desembarcó en el puerto herculino.
Bajo la mirada de la estatua del santo, que sostiene en su mano derecha el bordón con la calabaza, Vilariño confiesa que nunca ha peregrinado: “Me había prometido a mí mismo que, al jubilarme de la docencia haría el Camino, pero nunca encontré el momento. Como dice un amigo, ‘dejamos lo importante por lo urgente’ aunque lo importante no deja de ser relativo”.