Aurelia Rey durmió anoche en su casa. Como lo ha hecho en los últimos cuarenta años. Pero este lunes fue, probablemente, uno de los más largos de su dilatada vida. Con 85 años y la lucidez languideciendo, Aurelia se convirtió ayer en el primer triunfo en A Coruña de la plataforma Stop Desahucios.
La gesta tiene sus héroes: un bombero que se negó a cortar el candado que separaba a la anciana de los funcionarios; los concejales César Santiso (EU) y Xosé Manuel Carril (BNG), vapuleados por la Policía cuando se plantaron ante el portal, y cerca de trescientos vecinos anónimos, que desde primera hora de la mañana mantuvieron firmes su lema: “Aurelia se queda, Aurelia no se va”.
GUERRA DE GUERRILLAS
Las autoridades jugaron al despiste. El primer intento se abortó por la vía de la lógica. Con la masa apiñada ante el portal y el refuerzo de concejales de la oposición y diputados autonómicos, la comisión judicial decidió retirase para evitar problemas.
Desde los juzgados se informó de que la intervención se aplazaba “sin fecha”. Alguien mintió y a las 14.00 horas, cuando la concentración se había reducido a su mínima expresión, cinco dotaciones de los antidisturbios lo volvían a intentar. Era la hora de los héroes sociales.
Primero se opusieron Carril y Santiso, por más que sus cuerpos acabasen magullados por la contundencia de las fuerzas del orden. Luego llegaron los bomberos. Y con ellos la rebelión. El gesto de darse la vuelta y cambiar la cizalla por un cartel de la plataforma eleva al cuerpo a los altares del icono que necesita cualquier revolución. Como el Ché. Al final, y no sin trabajo, la muchedumbre cantó victoria. Es un triunfo amargo. Al final la guerra la ganará la ley.