Una manada de caballos apenas relincha en un patio de la calle del General Mola

Una manada de caballos apenas relincha en un patio de la calle del General Mola

Seguramente ninguno de los hospedados en el hostal Linar, en la calle del General Mola, pensó que tendría como vistas una manada de caballos salvajes desde su habitación. Pero lo cierto es que este mural de Lugrís descansa en la actualidad sobre una pared y en medio de dos bloques.

El pintor lo plasmó en lo que fue en su día uno de los comedores más poblados de la ciudad, en donde dicen se celebraban grandes banquetes. La cafetería Linar, sitio clave de la zona de vinos coruñesa, disponía entonces de dos plantas. Urbano Lugrís quiso colocar a sus equinos en la parte de arriba junto a un aparador en el que dormían los platos.

Así lo recuerda la actual dueña del bajo, Lola. Y así cabalgaron durante años los animales, aislados del frío y la humedad hasta que la reforma del edificio los dejó a la intemperie. Sin protección legal, como el resto de las creaciones que el surrealista fue repartiendo por los distintos locales. Como si quisiera trazar una ruta de bares con su pincel.

Son muchos
los curiosos que se acercan y preguntan si pueden ver la creación del pintor en lo que hoy es un hostal

Hoy, la manada cada vez está más borrosa. Apenas se distinguen las líneas pero son muchos los que se interesan por la pieza y se asoman al patio del hotel por una ventana para disfrutar de un trozo de patrimonio con las horas contadas. Algunos, señala Lola, le comentan que es una pena. Otros solo la miran.

Cuenta Lola que el mural recibe los embistes del invierno y la lluvia resbala sobre la pintura ocasionando el típico verdín que quitan con una escoba porque nunca nadie les ha aconsejado sobre cómo cuidarlo. Ninguna institución se ha preocupado hasta ahora por que los caballos sigan relinchando.

Sin embargo, los dueños tratan de que no se pierda y lo limpian como pueden. Y atienden a los curiosos que hospedados o no en su local se asoman al balcón para imaginarse que en aquel rincón, Lugrís dejó su impronta. En el número 7 donde solía parar. Muy cerca del mural que descansa en la calle de Los Olmos 27, a la espera de un nuevo destino relacionado con la hostelería, y del que alegra la vista en la cafetería Vecchio de la calle Real.

Son ejemplos de creaciones que no han recibido ningún tipo de tratamiento para evitar el paso del tiempo. De los tres, el de General Mola es el que se encuentra en peor estado porque a los 15 años que llevan regentando la pensión los actuales dueños hay que sumarle más años aún desde la última reforma. La que puso a ventilar el arte de Urbano Lugrís para siempre.

Explica la propietaria que, además del mural, una vez que adquirieron la propiedad, se toparon con una escalera de caracol rodeada de una cristalera muy llamativa que donaron a un museo. Lo que desconoce es el motivo por el que Lugrís retrató unos caballos en el piso de arriba. En el fondo de un comedor atiborrado siempre de gente. n

 

Una manada de caballos apenas relincha en un patio de la calle del General Mola

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