Isaac Revah era un niño de apenas cuatro años cuando en 1943 las tropas de la Alemania nazi entraron en Grecia y comenzaron la deportación de la comunidad judía, asentada desde la época helenística en ciudades como Atenas y Salónica.
Su familia, de origen sefardí y nacionalidad española adquirida tras el decreto de Primo de Rivera, esperaba, sin embargo, tranquila y confiada, sin sospechar lo que el destino le deparaba.
La autoridad alemana en la capital helena había decidido hacer una excepción con los judíos con pasaporte español e italiano y permitirles huir a su país, en vez de confinarlos en los campos de exterminio.
"De repente, nos vimos en una situación absurda: por una parte, los alemanes nos permitían salir del país y, por otra, el Gobierno español de Franco no quería hacerse cargo de nosotros", explicó hoy a Efe en Jerusalén.
Si finalmente salió de su encierro provisional del campo de concentración de Bergen-Belsen, en la Baja Sajonia germana, y viajó a Barcelona fue gracias al tesón del diplomático español Sebastián de Romero Radigales, a cuya familia se entregó hoy el título de "Justo entre las naciones".
Emocionado por la solemnidad de la ceremonia que, para tal ocasión, celebra el museo de Yad Vashem o del Holocausto, en Jerusalén, Revah -mirada limpia, pelo cano, ademán educado- admitía hoy que nunca conoció en persona al embajador aragonés.
Pero que, cuando años después fue consciente de los riesgos que asumió para salvar a los 637 judíos españoles afincados en Salónica y Atenas, se prometió que era su deber hacer justicia y proponer al emisario español para la máxima distinción que concede el Estado de Israel a los no judíos.
"Franco no quería que estuviéramos en España. Así que nos dejó en tránsito en Barcelona, hasta que pudimos desembarcar en Marruecos. Cuando Atenas fue liberada, nos ofrecieron volver, pero mi padre no quiso y nos trasladamos a Palestina", relató.
"En Palestina -insistió en usar el término- no hallamos trabajo, así que nos fuimos a Francia antes de la proclamación del Estado de Israel. He vivido toda mi vida en Francia, pero cuando voy a España siento algo especial", agregó.
De Romero Radigales llegó a Atenas como embajador de España a principios de 1943, en pleno proceso de deportación de judíos a campos de concentración alemanes, como el de Auschwitz.
En uno de los primeros telegramas enviados, en el que agradece al ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Gómez-Jordana, su nombramiento, el diplomático da cuenta de sus esfuerzos para salvar a los judíos de pasaporte español.
La respuesta del militar sorprendió a De Romero Radigales, pero no cohibió su determinación.
Pese a que se le pidió que no se involucrara -dada la posición neutral adoptada por la dictadura española-, el representante español siguió negociando con los alemanes para que Revah y el resto fueran liberados de Bergen-Belsen y del campo de detención griego de Hedari.
"El abuelo nunca contó lo que hacía. No hablaba de ello, fue la abuela quien, ya al final de su vida, nos confirmó toda la historia", reveló hoy a Efe la nieta del antiguo embajador, Elena Colitto Castelli, encargada de recoger la medalla.
Colitto Casteli conoció la historia en la década de 1990, durante una ceremonia de recuerdo del periplo de los españoles.
Allí supo que la investigadora Matilde Marcillo había escrito un libro sobre la historia de su abuelo y le preguntó a su madre, que, ya en el final de su vida, le confirmó punto por punto la epopeya de su "nono".
"En cierta manera, creo que todo esto fue un regalo que hizo mi madre al partir. Fue como una cadena de casualidades del destino", afirmó con una enorme sonrisa.
Fue en Grecia donde entró en contacto epistolar con Rehav -al que ha conocido en persona en este viaje-, quien preparó, juntó al Ministerio español de Asuntos Exteriores, la Casa Sefarad-España y la Fundación Raoul Wallenberg, la petición del reconocimiento al Yad Vashem.
La distinción fue concedida el 26 de febrero de 2014 y la comparte con otros 26.000 "justos entre las naciones", tres de ellos diplomáticos españoles.
"Los justos entre las naciones españoles son diplomáticos y eso es un motivo de orgullo y satisfacción para la carrera", declaró hoy a Efe el embajador de España en Israel, Fernando Calderera, que expresó su deseo de que los procesos aún abiertos también lleguen a buen puerto.
María Sevillano y Javier Martín