Esto de los asesores, fontaneros o lametraserillos parece, en España, el cuento de nunca acabar. Hoy, nos dedicaremos a Rajoy. Pues ya ven ustedes. Rajoy contará en 2014 con 245 asesores –si lo prefieren, fontaneros– frente a los 192 que tenía Zapatero en su último año de mandato, en 2011.
El colectivo de eventuales, alabadores oficiales o mercenarios de la política que sirven a Rajoy supera en 53 efectivos al equipo de asesores de Zapatero. Pero ya la señora Báñez y el señor Montoro recomendaron austeridad y Rajoy obedece de la manera antedicha. Los datos oficiales muestran que, de los 837 cargos de confianza que estarán al servicio del Estado en 2014, el 32% trabaja directamente para Rajoy o en el Ministerio de Presidencia. La portavoz del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, cuenta con cuatro asesores de libre designación. Su antecesora, María Teresa Fernández de la Vega, terminó la legislatura anterior con tres empleados de confianza a su cargo.
Así pues, como puede comprobar el lector amable, sufrido españolito de a pie y fiel cumplidor de sus tributos con Hacienda, nuestro doliente dinero está magníficamente utilizado por el Estado. Porque ninguno de ustedes será tan ingenuo de pensar que Rajoy o Soraya pagan de su bolsillo particular a los fontaneros tan dignamente enchufados. No y mil veces no: los paga usted y los pago yo.
Mientras, los periódicos –ya saben ustedes: servidor y demás “prensa canallesca”– refrescamos la memoria de los españoles recordando que Rajoy se llenó la boca llamando al presunto delincuente Carlos Fabra, “ciudadano ejemplar”. Ahora le piden 13 años de cárcel.
Pero es que Rajoy no da pie con bola: toda la prensa mundial registró el hecho bochornoso de que no inclinase la cabeza ante el emperador Akihito, como exige el protocolo y como hizo en su momento hasta el mismísimo Barack Obama.
Rajoy va arrastrando la marca España, torpe invento de no se sabe quién.