A las diez en un punto de la noche se apagó el carnaval. Ningún mito o deidad se despide o cae sin dejar una última muestra de su fortaleza, y lo cierto es que el acto final del reinado de Momo dejó una otra muestra de fidelidad y amor que hizo palidecer al mismísimo San Valentín. Consciente de su condena eterna a la hoguera, acompañado de una sardina liberada en los océanos, atrajo en su penitencia final a medio millar de devotos, choqueiros muchos de ellos protagonistas de algunos de los momentos ya imborrables del carnaval 2024.
La última homilía partió como dicta la tradición del Circo de Artesanos, sin la lluvia del pasado año y con un calor más propio de las brasas de San Juan para la sardina. La comitiva fúnebre, en la que convivieron los plañideras ‘marujas’, Franco y sus franquistas, obispos y hasta un papa Francisco, arribaron a María Pita para que el Beroglio choqueiro presidiese un sermón de buenaventuras y bendiciones, pero también de agradecimiento por ‘sobrevivir’ al garrafón, a la fiesta y los excesos instaurados por Momo en su breve pero intenso reinado.
Nada más choqueiro ni coruñés que hacer juegos de palabras , bromas y sarcasmo verde con temática fiestera y etílica, así que las rimas ron-caghallón, ardores-tetas de Lola Flores o el Padre Nuestro de los bares fueron algunos de los momentos más aplaudidos por una multitud creciente y triste (esta vez sin actuación) por despedir algunos de los días de más pasada de frenada del año.
En el camino hacia el reencuentro de la plaza de España se entremezclaban acentos del sur de España, irlandés o neerlandés, muchos ya convertidos a la religión choqueira. Fue ahí donde se quedaron las lágrimas y empezó la verbena desde las carrozas que debían servir para el último paseo triunfal de los símbolos del entroido: Momo y la sardina enfilaron sus últimos metros de gloria, y también sus últimos bailes. En ese punto se sumó otro medio millar de ‘creyentes’.
Incluso la calle de la Torre tuvo un último baile, unos 10 minutos de lo que el martes fue una apoteosis. Y es que donde hubo fuego quedan brasas, y éstas descansan ya enterradas bajo la arena de San Amaro. La épica de Carmina Burana y una batería de fuegos de artificio fueron los salves, entre la ovación de cientos de curiosos, que emplazaron a Momo y la sardina a recuperar su trono en 2025.