Casi cuatro años después de su última visita, el Coliseum coruñés volvió a disfrutar con Pixies, que ofrecieron a los coruñeses un viaje de casi dos horas sin paradas, ni adornos innecesarios.
Pese a lo manido de la frase a la hora de hablar de conciertos, la banda de Boston salió al escenario con puntualidad británica y directos al tajo, sin necesidad de saludos ni interacciones que retrasen lo importante la música. Y las mismas ganas tenían buena parte de los asistentes al Coliseum que, pese a tener asiento, prefirieron recibir el inicio de los cuatro músicos en pie.
Pixies venía a A Coruña, al igual que hicieron en Barcelona y Madrid, a defender su último trabajo, 'Doggerel', con temas con temas que los coruñeses querían cantar, como 'There's a moon on'. Pero los americanos no se olvidan de sus clásicos del pasado y no tardaron de terminar de meterse al público en el bolsillo, haciéndoles corear el 'Here comes your man'.
Si bien 'Doggerel', igual que otros trabajos recientes, se podría decir que es más suave, el concierto no se iba ir por esos derroteros y Frank Black llamaba a la acción a los coruñeses con su particular 'Hey', que iniciaba una sucesión de temas que ni siquiera los miles de asistentes fueron capaces de frenar con sus aplausos.
Durante las cerca de dos horas, Pixies fueron entremezclando sus nuevas creaciones, como 'Nomatterday', 'The Lord has come back today' o 'Vault of Heaven', con los más cercanos a sus inicios, como 'Bone machine', 'Wave of mutilation' o 'Monkey gone to heaven'.
Y cuando encaraban la recta final, ya satisfechos con la presentación de novedades y como antesala a un final de concierto al que no sucederían bises, Pixies volvían a levantar al Coliseum para corear al unísono el icónico 'Where is my mind'.
Tras dos horas de viajes sin paradas, todavía había energía para el agradecimiento: ronda de aplausos mutuos y final en seco, sin bises.