A la desazón que supone cualquier accidente mortal a las puertas de su casa los vecinos del Barrio de las Flores le agregan una enorme dosis de frustración y rabia. Y es que odian el hecho de que, con el siniestro del pasado martes en el que falleció un motorista, el tiempo les haya dado la razón con una vieja demanda: la necesidad de regular las altas velocidades que a diario sufren en la ronda de Camilo José Cela. De hecho, en repetidas ocasiones las asociaciones tanto del Barrio de las Flores como de Matogrande han utilizado este diario como altavoz y medio para exigir medidas por parte de todas las instituciones: desde el Ministerio de Transporte al Ayuntamiento.
El 7 de agosto de 2022 El Ideal Gallego se hacía eco de la petición de bandas rugosas para los accesos a través de la ronda de Camilo José Cela. “Solicitamos que regulen los accesos a 20 kilómetros por hora, pero no nos hacen caso”, lamentaban. Unos meses después, el 8 de octubre, eran los vecinos de Matogrande los que tomaban la palabra, después de un accidente con tres heridos y que destrozó una farola y un muro a la altura del número 7. “Un día de estos pasará algo y, cuando pase, será tarde”, advertía el entonces presidente de la asociación, Esteban Velasco, que ya en 2021 abogaba por una barrera que protegiese a los peatones.
La comunicación entre los vecinos de ambos barrios y las instituciones incluso llegó a obtener respuesta firmada por el entonces ministro de Transportes, José Luis Ábalos, que en 2021 prometió que se analizaría la “procedencia de implantación de un sistema de contención de vehículos”. No obstante, la última advertencia vecinal es mucho más reciente. En la reunión de hace exactamente un mes para comprobar el proyecto de Alfonso Molina volvió a salir a la palestra el tema de la ronda de Camilo José Cela. Y el silencio al respecto retumbó hasta hacer explotar a Caluxa Barrientos el pasado martes. La presidenta de la Asociación Veciñal en Defensa do Barrio das Flores vio sus peores presagios cumplidos. “La última vez que pedimos esas bandas fue en el despacho del Ministerio de Transportes, no tienen vergüenza alguna”, lamenta. “Fueron nueve ocasiones en las que se lo dijimos y sólo nos contestaron que harían algo al respecto. Al final, a lo tonto, tenemos un muerto”, prosigue.
Curiosamente, y aunque creen que tampoco habría servido para nada, varias asociaciones estaban organizando una concentración de protesta en lo que ya puede considerarse un punto negro de la ciudad.
Ahora estudian alzar la voz de forma más visible, conscientes de que el tiempo les ha dado la razón, aunque desearían no haberla tenido nunca.