Este milenario faro levantado en un promontorio agreste se yergue en la parte más saliente de la ciudad desafiando al mar. Una obra quizás realizada por los fenicios y asignada a los romanos por la estela gravada en la piedra al pie de la rampa de subida que existía en la Torre, hoy al resguardo en una caseta de piedra, obra de José Giannini, de quien es también el pináculo que preside el faro en 1804.
Hay mucha literatura al respecto para conocer cuánto hay de cierto en todo ello y de misterio sobre nuestra Torre, que sigue en pie después de tantas centurias y sucesos acaecidos a lo largo de la historia de la humanidad.
Cientos de escritores, desde lo más remoto, cuentan su versión sobre el faro; unas de mitología y otras con razón, nos lleve a procurar la precisa luz que tanto necesita el conocimiento de la historia del milenario faro de Hércules. Sobre este monumento se puede conjeturar y no estaremos de acuerdo sobre su fundación. Es preciso analizar lo antigua que es la Torre, sin anteponer la leyenda allí gravada. Antes de Roma, había vida.
La Columna de Hércules se pierde en la noche de los tiempos, este rocoso promontorio que cae al mar, es una fenomenal atalaya para la vigilancia costera y seguridad en el mar. Siendo su altura actual de 58 metros, cuya última reforma fue realizada por José Giannini en 1804, su hermano en 1788-1790 lleva a cabo la colosal obra de restauración de dicho faro, Eustaquio Giannini Bentallol, que le da la forma tan impresionante, que hoy en día el visitante puede contemplar.
Esta columna se otorga a los romanos por la estela gravada. Estos pudieron hacer alguna obra para mantener esta columna en condiciones, que sirviese para la propia seguridad de los ocupantes de aquel burgo y bautizaron el lugar como Portus Magnus Adrobicum, instalando su cuartel general y demás instalaciones en alguna parte de la zona alta de la ciudad y su puerto en la Pescadería.
Para conocer la historia de este faro hay que ahondar en sus raíces, entre ellas, las referencias sobre la invasión de Irlanda en el libro “Levor Gabála”. Por su lado Estrabón, dice: “Que antes únicamente los fenicios hacían este comercio, traficaban con estaño. Y navegaban desde Gades, ocultando la ruta a todos los demás traficantes”.
Las plazas fuertes levantadas por los romanos en la antigua Galicia. Vemos que Artúrica, (Astorga) Brácara, (Braga) y Lucus, (Lugo) son los centros comerciales más importantes de aquel tiempo. Mientras, las poblaciones cerca de la costa casi desaparecen por el nuevo estilo de vida impuesto por aquellos.
Los problemas imperiales acarreaban gastos importantes. Los emperadores estaban más conformes en la recaudación de tributos que en su dispendio. Así, en las dos primeras centurias gobiernan el imperio con desigual fortuna: Nerva del 96 al 98. Trajano, 98 al 117. Adriano, 117 al 138. Antonino Pío, 138 al 161. Marco Aurelio, 161 al 180 y Cómodo del 180 al 192.
Ninguno de ellos pudo levantar la Torre por los graves problemas internos que tenía el Imperio, tanto de índole militar como económico, a medida que crecía el mismo en sus límites, en esa misma proporción aumentaban los quebraderos de cabeza para los césares. Lo más probable es que Lupus recibió el encargo de hacer su tributo en honor del César romano y levanta una ara, dedicada al dios Marte. Cumpliendo lo prometido, según reza la inscripción, en pago de algún favor recibido y nada tenga que ver con levantar aquella columna milenaria.
Así, cuando hace esto Lupus, aquella ya estaba en pie; él sólo hizo lo ordenado, gravar en la roca aquella estela por algo recibido a cambio. Al mismo tiempo, Lupus debió de quedar impresionado de la magnitud de aquella obra y en el fondo es posible que hiciese la ofrenda a Marte, pensando en que algún día también pudiera hacer tales obras.
En los cinco siglos que duró la dominación romana en Galicia, apenas en este tiempo se nombra a Adrobicum y Brigantia, solo queda la estela allí gravada, la cual viene a decir:
MARTI
AUG. SARC.
G. SEVIVS
LVPVS
ARCHITECTVS
AEMINIENSIS
LVSITANOS. EX. V.
La traducción dedicada del Dios romano de la guerra y símbolo del genio conquistador. “Consagrada a Marte Augusto. Gaio Sevius Lupus. Arquitecto aeminiensis lusitano, cumpliendo lo prometido”.
Lo que no se sabe es a qué promesa se está refiriendo Lupus; si es solo a la estela romana presidida por Marte o si también entra la Torre. Nada de esto aclara aquel gravado, ya que Lupus solo dejó para la posteridad su sello en aquella roca que fue la que llevó a muchos de los que estudiaron la Torre a lo largo de la historia y que de una manera o de otra acabaron por rendirse a la inscripción romana de Lupus, el cual era natural de la actual Coimbra (Portugal).
Orosio, en el siglo IV, menciona la Torre de Hércules y dice que se levanta como una atalaya de los brigantes, su altísima columna. Es digna de mención.
Ethicus habla de la Torre, dice: “Se adentra en el mar y mira de lejos a Brigantia, la cual guarnece el propio faro. Es muy antiguo y una obra memorable de fortificación, es un lugar de vigilancia que los mismos brigantes levantaron”.