Dobló o incluso triplicó su población el barrio de Novo Mesoiro durante unas fiestas que ya son historia viva de la zona. Ese es el cálculo y el sentir de una asociación vecinal que, si bien se había desvinculado de la organización, no oculta su orgullo por ver miles de ciudadanos procedentes de otros distritos empapándose de periferia. Y es que una de las vocaciones de las fiestas, originalmente, era precisamente eso. “Fueron las mejores fiestas desde que tenemos recuerdo. En general, el Ayuntamiento cumplió. Hubo muchísima gente de fuera del barrio y vino muy bien para ponernos en el mapa de la ciudad”, afirma el presidente, Víctor Lamela. “Nunca habíamos visto algo como lo vivido el domingo, a la hora de Café Quijano, jamás se vio tanta gente en el barrio”, añade el dirigente, que espera retomar pronto las conversaciones con María Pita.
Y es que la escena era propia de un macrofestival o del centro urbano en plenas Fiestas de María Pita: imposibilidad de aparcar y el polígono de Pocomaco sin prácticamente un hueco libre donde estacionar un vehículo. De eso se aprovechó también de manera directísima una hostelería cuyas cifras crecieron de la misma forma que el barrio. “Fue una locura de gente y hablamos de una recaudación superior a lo normal. Aunque fue un año muy raro y se empezó a publicitar tarde lo notamos para bien”, afirma la propiedad de Mi Barrio. Ese mismo sentir lo traslada también Manuel Val, de A do Cuñado y A de Maruja. “El domingo fue el día más fuerte jamás visto, había muchísima gente de fuera del barrio”, confiesa. Sin embargo, el hostelero en este caso sí echó de menos el carácter social de otras ediciones, con eventos como la mejillonada.