En plena calle de San Andrés se esconde una de las bibliotecas privadas más antiguas de la ciudad. Es la del Circo de Artesáns, que hoy, con motivo del Día de las Bibliotecas, abre sus puertas en una visita guiada para que quienes no la conocen puedan explorar el lugar acompañados de un experimentado guía.
Marcelino Abuín es el encargado de poner al día los tesoros que se esconden entre las estanterías. Una vez completada la catalogación de los 9.000 títulos de la biblioteca, ha comenzado la ardua tarea de documentar el archivo, donde se guarda toda la documentación de la institución, creada en 1847. “Queda mucho por hacer –comenta–; ahora estamos digitalizando las fotos pero hay documentos, cartas, libros de actas... No sabría decir cuántos papeles hay pero queda mucho por investigar”.
La idea es ir catalogando y digitalizando todo ese patrimonio para poder contar la historia de un lugar que es histórico por todas partes. Desde el acta fundacional a las revistas de finales del siglo XIX pasando por los bustos de Concepción Arenal o Eduardo Pondal o los espejos y las pinturas del salón principal.
La mayoría de las actividades que celebran en la biblioteca se organizan en función del fondo: “Este año, en el mes de junio, hicimos unas jornadas de emigración a La Habana, con conferencias, exposición, proyecciones, conciertos... hicimos otro sobre el Colón gallego, que ahora está de moda, porque encontramos muchas obras sobre ese tema”.
El próximo ciclo temático, durante el mes de noviembre, estará centrado en la masonería en la ciudad. “La relación del Círculo de Artesanos con la masonería es un filón por investigar –afirma Abuín–, de hecho ahí están el compás y la estrella con la G”. Comenzará con la inauguración de una exposición y un concierto con piezas de Mozart, el día 4, y concluirá con una conferencia de Francisco Vázquez sobre masonería y republicanos coruñeses, el día 28.
Una de las principales actividades que organizan es el Club de Lectura Manuel Linares Rivas que, según explica Abuín, gira alrededor del teatro, gracias a la colección de apropósitos de finales del siglo XIX que atesoran en la biblioteca. “Luego hacemos una lectura dramatizada –explica– y poco a poco iremos dando pasos para que sea más interpretación que lectura”.
También imparten un curso de conversación en francés y facilitan la labor a quienes acuden a investigar, normalmente datos en los antiguos libros de socios, además de disponer de una sala de estudio que abre de nueve a diez y que ocupan, en una gran mayoría, opositores. “Algunos dejas de verlos y piensas: ‘Seguro que han aprobado’”, reflexiona Abuín con una sonrisa.