La plaza de Pontevedra es uno de los nudos de comunicación más importantes de la ciudad, puesto que recibe el tráfico proveniente de Juana de Vega y de gran parte del Paseo Marítimo. Pero también es uno de los puntos más señalizados: cinco semáforos se encuentran a escasos metros los unos de los otros, lo que lo ha convertido en una especie de trampa que congestiona el tráfico.
La Concejalía de Movilidad reconoció implícitamente este problema la semana pasada al modificar la ruta de la línea 21 para que evitara este punto “detectáronse dilacións” derivadas de acumulaciones de tráfico previas y sobre todo, del giro en el islote central (donde se encuentra la cafetería Manhattan) y ”onde están dispostos, case de forma consecutiva, cinco semáforos”.
Movilidad decidió solucionar este problema para la línea 21 cambiando el recorrido de ida en la parada del túnel de Salgado Torres para pasar por el sector norte del barrio de Cuatro Caminos y el Ensanche, con paradas en las plazas de Vigo y Galicia para llegar al a plaza de Pontevedra desde la calle de Francisco Mariño.
Sin embargo, no es tan fácil para el resto de los conductores eludir este punto. Desde que comenzó la peatonalización del centro, con el cierre de La Marina al tráfico, este se ha visto cada vez más constreñido. En realidad, a día de hoy la circulación en la ciudad depende de dos vías. la avenida del Puerto y el Paseo Marítimo, puesto que San Andrés, que normalmente está saturado, no puede soportar mucho tráfico. Como estas dos avenidas dependen a su vez de un túnel (el del Juana de Vega y el de La Marina) cualquier incidente allí, aun los que no tienen importancia, colapsa el centro rápidamente.
Hay que tener en cuenta que solo por el Paseo Marítimo transitan diariamente unos 21.232 vehículos (Intensidad Media Diaria), y por la de San Andrés, unos 6.797. Pero además, hay que tener en cuenta todo el tráfico proveniente de Alfonso Molina a través de Juana de Vega. Precisamente la semana pasada, un simple alcance entre dos turismos en esta vía provocó un atasco de considerables dimensiones.
Fuentes de la Policía Local consultadas señalan que no existe una solución fácil: no se puede cambiar el ciclo semafórico sin provocar un efecto onda en el resto de los cruces, de manera que el forzamiento, como se conoce a esta maniobra, no se emplea más que en casos muy puntuales, durante las horas de más . La solución del Ayuntamiento es sencilla: abandonar el vehículo privado por el público, o por métodos alternativos, como el servicio municipal de bicicletas.