La Audiencia Provincial de A Coruña acogió este miércoles la segunda sesión del juicio por el crimen de Mónica Marcos, la panadera del barrio de O Birloque.
Durante el mertes, se produjo la exposición de la Fiscalía y de las defensas, la particular y la del acusado. Además, también declaró el acusado, que alegó sufrir problemas mentales y consumo habitual de drogas como defensa por el asesinato. No obstante, pidió disculpas por el crimen, asumiendo la autoría.
Asimismo, también declararon los hijos, el padre y el hermano de la víctima, que negaron haber visto al acusado bajos los efectos de las drogas o el alcohol, como él alega.
Durante la jornada del martes, también estaba previsto que declarara la hermana del acusado y dos íntimas amigas de la fallecida. Sin embargo, su declaración pasó para este miércoles. La primera de ellas, finalmente se acogió al derecho de no hacer declaraciones por ser familiar del acusado.
La segunda testigo era amiga y peluquera de la fallecida desde hace más de 25 años y conocía la relación que tenía Mónica con el acusado desde principios de verano, concretamente desde el 7 de julio. Le contó que la fallecida ya le había conocido anteriormente, hace unos años, y estaba “ilusionada” con la relación con el acusado.
Sin embargo, más adelante, Mónica le comentó que era “posesivo y celoso”, según apuntó la testigo. “Quería toda la atención para él y era muy insistente en que todo el mundo tuviera que saber de su relación”, comentó la testigo. También explicó que ella estaba decidida a dejarlo.
Insistió además en que la víctima le había pedido al acusado que dejara las llaves de casa en repetidas ocasiones, sin embargo, nunca se las llegó a dar. Por último, señaló que el acusado tenía una actitud “chula y prepotente” pero con plenas facultades en cuanto a su estado mental, sin claros signos de embriaguez o de estar bajo los efectos de las drogas.
La tercera testigo, que regentaba una frutería en el barrio de O Birloque, conocía a la víctima desde hace más de 10 años. Ella comentaba que se veían muy a menudo porque la fallecida iba a comprar a la frutería todos los viernes, en horario de tarde.
Igual que la anterior testigo, aseguró que la fallecida estaba “ilusionada” cuando conoció al acusado. Ella le comentó que venía a pasar unos días y finalmente se quedó en su domicilio. Coincide que la víctima pretendía “ir despacio” en la relación pero que se vio “forzada” a acoger al acusado en casa.
Este suponía “una carga” para su estabilidad económica, le comentó. Finalmente, el 14 de septiembre la fallecida apuntó a la testigo que “estaba decidida a terminar la relación”.
A continuación, se mostró una de las pruebas, un mensaje de audio de la fallecida a esta testigo en el que aseguraba que la noche anterior “habían tenido una bronca gorda”.
No obstante, aseguró que la fallecida nunca le comentó haber sufrido “algún tipo de violencia física o verbal”. “Era como un niño pequeño, muy dependiente”, expresó la testigo refiriéndose a la conducta del acusado.
A continuación, compareció un examigo del acusado en su época en las Islas Canarias. Él lo conoció en un albergue en Santa Cruz de Tenerife durante aproximadamente dos meses, y más tarde, compartió piso durante un tiempo con el acusado.
También aseguró que conocía a la expareja canaria del encausado y que les había visto en repetidas ocasiones juntos. El testigo coincidió en que le pagó el billete de ida a la ciudad coruñesa por “hacerle un favor” debido a que el acusado le comentó que estaba enfermo su padre. Después también le pidió si le podía comprar el vuelo de vuelta y, al encontrar la negativa de este testigo, se acabó la relación. El testigo contactó con su expareja cuando vio por la tele que el acusado se encontraba en Madrid en busca y captura.
En cuanto a su conducta, no considera que fuera agresiva aunque apunta que cuando “tomaba sustancias”, le cambiaba la actitud.
A continuación, se produjo el testimonio de un vecino del barrio de O Birloque, cliente de la panadería de la familia de la fallecida. El hombre comentó haber escuchado desde su casa a Mónica decir que se fuera de su piso, en una discusión de pareja con el acusado. También escuchó, en una voz más pausada, como el acusado le dijo a la fallecida “te vas a arrepentir”.
Más tarde, también declaró la que era pareja en el momento de los hechos del anterior testigo. Esta confesó conocer a la víctima y al acusado. Su novio le comentó que “la panadera y el novio discutieron y que en efecto las palabras anteriormente comentadas”, mientras ella trabajaba. La noche del crimen, aseguró escuchar ruídos a altas horas de la madrugada que le despertaron. En ese momento apareció una vecina llorando, comentando que Mónica había muerto.
También se esperaba el testimonio de una de las vecinas que acudió al piso minutos después de encontrar el cadáver, pero finalmente no pudo acudir a comparecer.
Para continuar, se produjo un nuevo testimonio, esta vez del taxista que llevó al acusado desde O Burgo hasta el aeropuerto de A Coruña en la tarde del crimen. El taxista aseguró que fue a las 19.08, cuando se subió a su coche “bastante alterado” y “oliendo a alcohol, aunque sin ir borracho”. El cometido del traslado al aeropuerto que le comentó el acusado al taxista fue que vino a la ciudad a mirar con los hermanos una herencia pero que iba para Madrid a pasarse dos días de fiesta y luego volver a Canarias, donde le confesó que era residente.
El acusado entró en Alvedro en busca de un billete y rogó al conductor del taxi que esperara por si no había billetes y tenía que llevarle al aeropuerto de Santiago de Compostela. Una vez conseguido el pasaje a Madrid, volvió a pagarle e incluso le dejó propina, redondeando el precio de la carrera. La persona trabajadora del aeropuerto que le expidió el billete también compareció y coincidió también con el taxista en que estaba nervioso, pero aseguró no darle demasiada importancia. Recordó que pagó en efectivo y con tarifa business, con un precio de unos 300 euros.