Es cada vez más relativo el tiempo de gracia que establece la tradición para los cien primeros días de cualquier mandato político, sea éste nacional, autonómico o local, donde las urgencias del día a día generan inquietudes crecientes y movilizaciones a través de las redes sociales. Si algo caracteriza a A Coruña es el poder de los barrios y el sentimiento de pertenencia  a los mismos. Pero también si algo definirá el segundo mandato de Inés Rey en María Pita es el haber asumido la responsabilidad de integrar la Concejalía de Barrios entre sus competencias. De momento, tras el paréntesis estival y esa cada vez más exigua gracia de tres meses y poco, la alcaldesa parte con un aprobado raspado, pero aprobado a fin de cuentas, en lo que a la relación barrio-Ayuntamiento se refiere.

Los usos y los hábitos han reinventado la forma de hacer política, tanto de gobernar como de hacer oposición. Sin embargo, también ha dotado de herramientas cada vez más eficaces y con mayor difusión al último escalafón de esa pirámide del poder. Ha quedado demostrado en el creciente activismo de las asociaciones vecinales, en la proliferación de las mismas y en la capacidad de convocatoria. También en los rostros visibles de muchos de sus dirigentes, muy alejados del estereotipo de la agrupación envejecida en la que nadie quiere tomar la iniciativa.

La Plataforma Veciñal de Os Mallos prefiere no pronunciarse por tener sensaciones enfrentadas entre su caso particular y la gestión grupal

La forma predominante de comunicación entre la asociación vecinal y el Ayuntamiento es dar entrada por registro a una demanda determinada. Entre las ventajas que señalan los grupos consultados están el acuse de recibo o la respuesta más o menos inmediata. Sin embargo, entre los críticos se repite un achaque extensible a otros aspectos del día a día para algunos vecinos: la brecha digital. Los críticos con la vía registro creen que obliga a un cierto dominio de la tecnología que no es extensible al cien por cien de la población, pero también se refieren a la pérdida de frescura y a la deshumanización de la relación ciudadano-gobernante. Sin criticar el método en sí, son varios los representantes vecinales que solicitan una mayor presencia de sus representantes, en este caso y a partir de ahora de la alcaldesa, a pie de calle y comprobando las necesidades de cada barrio. Quieren sentirse escuchados y tener un intercambio de opiniones.

Reconocimiento a Cabanas

Todavía a la espera del cómo será la nueva concejalía de Barrios integrada en la Alcaldía, muchas asociaciones vecinales han querido tener un gesto de agradecimiento y reconocimiento con Diana Cabanas, el rostro visible al otro lado de la comunicación con los barrios hasta hace cien días. “Echo de menos a Diana como concejala de Barrios, había una comunicación fluida con la mayoría de las zonas, y ahora esperamos algo más de bloqueo”, subraya uno de esos representantes que durante los últimos cuatro años mantuvo comunicación diaria. Otros simplemente alaban la disponibilidad y cercanía de la edil.

Por otra parte, además de las catorce asociaciones que se han pronunciado sobre la facilidad o no de comunicar los problemas y encontrar solución en el Ayuntamiento, hay dos barrios que han preferido no pronunciarse por diversos motivos.

Novo Mesoiro, que renunció a organizar las fiestas por falta de ‘feeling’, ve ahora pasos al frente con la visita inminente de Inés Rey

En el caso de Novo Mesoiro ha sido precisamente ese ‘feedback’ o falta de él lo que recientemente provocó la renuncia a la organización de las fiestas por parte de la asociación. Sin embargo, los últimos movimientos desde María Pita y la inminente visita de Inés Rey han sido interpretados como pasos al frente y desde el barrio periférico se desea lanzar un mensaje de cordialidad y mano tendida.

La Plataforma Veciñal de Os Mallos, en cambio, tiene dos formas de concebir el problema. A título individual no solamente se inclina hacia una valoración positiva, sino que además apunta a la figura de su portavoz, Pili Neira, como un factor clave con el que no pueden contar todas las asociaciones. En el otro lado de la balanza está la gestión de las firmas en pos de la seguridad y la falta de respuesta que perciben hacia los protagonistas y vinculados, entre los que ellos mismos se encuentran.