Reportaje | Los pedazos de la Guerra Civil que aún quedan por estallar en A Coruña

Reportaje | Los pedazos de la Guerra Civil que aún quedan por estallar en A Coruña
Un agente de la Guardia Civil desentierra un explosivo / CEDIDA

El hallazgo de una granada de mano de la Guerra Civil en plena calle en Cambre el 13 de febrero en medio de una carretera y el de otras dos el 27 de ese mismo mes en el registro de la propiedad de Corcubión ponen de actualidad la existencia de estas reliquias bélicas. Después de noventa años, aun siguen existiendo esparcidas por la provincia un número indeterminado de estas armas, aún tan letales como el día en que salieron de la fábrica, durmiendo en cajones, establos o buhardillas. El Grupo Especial de Desactivación de Artefactos Explosivos (Gedex) de la Comandancia de la Guardia Civil de Lonzas desactiva medio centenar de ellos al año, sumando las de esta provincia y las de la de Lugo. 
“Gente que estuvo allí, abuelos, tatarabuelos... Lo normal es que fallezcan esas personas y los hijos empiezan a rehabilitar las casas y suelen aparecer”, explican desde el Gedex. Cuando los que habían estado en el frente volvían, solían traerse con ellos armamento, no como recuerdos: “Iban avanzando, entrando en casas donde les recibían a tiros, así que se traían esas cosas por miedo a los que les pasase a ellos. Por seguridad. A día de hoy siguen apareciendo muchísimas”.  
Hay que tener en cuenta que gente de esta provincia lucharon en el frente del Ebro (la mayoría, en el bando nacional). “Fue muchísima gente la que estuvo allí”.  Así que ocurre a menudo que alguien se puede encontrar con un recuerdo del abuelo cuando está limpiando o reformando la casa. Cuando eso pasa, el consejo es muy sencillo: llamar al Gedex. 
“No se manipula, no se toca. Nosotros vamos encantados. Nos gusta nuestro trabajo y evitamos problemas, porque llevarlo a un centro urbano y tirarlo en cualquier calle...”, señalan, aludiendo al incidente de Cambre. Luego se acordona la zona, aparece el Gedex,, se las lleva y las explosiona. “La manipulamos lo justo. Si podemos hacerlo en la huerta de atrás, mejor”.  
La Guardia Civil prefiere pensar que el episodio de Cambre se debe “a la ignorancia, y no a la mala fe”. Por otro lado, existe un mercado ilegal muy grande para coleccionistas, lo que es delito, a menos que se esté registrado: “Igual que la gente colecciona sellos, también objetos bélicos”. 


Sin fecha de caducidad          

El resentimiento no es lo único de la Guerra Civil a lo que le cuesta morir. “El explosivo no caduca, nunca. Es más: se puede mojar y si se seca, vuelve a funcionar”, aclaran. El mecanismo de los artefactos de guerra es de gran calidad, así que su funcionamiento está casi garantizado. “En cambio, el seguro no, porque las bombas se hacen para explotar, y el seguro se pudre”, alertan. 
 

Así que, por muy herrumbrosa y oxidada que esté una granada cuando se encuentre, sigue siendo peligrosa. “Hubo un caso en Friol donde les dieron una a los niños para jugar, pensando que no funcionaba. Les hizo un agujero que casi les lleva al hospital. Eran dos, y la segunda ya la dejaron quieta”. La suerte es que, cuando la arrojaron, no tuvieron fuerza para llegar de un niño a otro. “Esto no caduca nunca”, insisten en el Gedex.
 

Polacas e italianas    

Casi siempre se encuentra el explosivo en una zona rural. Son de diferentes tipos. La de Cambre, por ejemplo, era de fabricación polaca (como las de Corcubión), propia del bando republicano, y contenía metralla, lo que la hacía aún más peligrosa en caso de que estallara. Aparecen más las italianas, que usaba el bando nacional, que no contienen metralla. 
 

Otros proyectiles de guerra, como los de un obús, también aparecen. “El mes pasado encontramos tres en Valdoviño. Dos de 50 kilos y uno que pesaba 30 kilos. Estaban en una nave de cría de animales. La mujer lo iba a vender y avisó”. Lo normal es encontrar proyectiles pequeños, de 105 milímetros y 15 kilos de peso pero hay que tener en cuenta que un obús tiene más potencia y más carga de metralla que una granada. El año pasado encontraron cerca de diez. 


A veces son proyectiles que no han estallado y salen de la tierra, a medida que esta se mueve. Muchos acaben corroyéndose y lo raro es que aparezcan, aunque una vez unos operarios de un aserradero encontraron uno en un pino. También han llegado a encontrar cajas enteras de granadas. A medida que pasa el tiempo, su número se va reduciendo. “Hemos liberado muchísimo. Las estadísticas han bajado bastante, a un tercio en los últimos 25 años”. A los del Gedex, les gusta lo que hacen, sobre todo examinar artefactos terroristas. “Y aún tenemos todos los dedos”. l

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