En 1837 sólo seguían en la actividad de panaderos, con respecto a 1828, Domingo Cancela, Salvador Freire, José Martí, Bernardo Mañach, Juan Carré y Antonio García, los demás habían cambiado de manos. Sus dueños, José Ignacio Landa, Juan Portal, Gregorio Méndez, Santiago Sousa, Juan rey, Hijos de Romeu, José Mena, José Manuel Mellado, Gabriel García, José Palleiro y Manuel Díaz.
A estas alturas, la escasez de pan y granos continuaba de forma, que era ya, un defecto cotidiano que se venía arrastrando desde muy lejano tiempo. De hecho el 1 de agosto de 1828, se formula una denuncia al Gobierno Militar, por varios capitanes de la guarnición de la plaza en una visita al Hospital Militar, dando cuenta que el pan que se consume resulta estar mal cocido y menor peso, apurando al Ayuntamiento, sé corrigiesen dichos defectos, así lo ordenaba el Gobernador interino Luis López del Pan.
En una revista de granos existentes, llevada a cabo por los diputados de abastos el 31 de julio, ponen en conocimiento del Ayuntamiento, que el día 1, habían llegado a puerto, siete buques procedentes de Santander y otras partes con cargamento de harinas, consignados a José Agapito Ugarte, 2.997 arrobas, Manuel Puente, 1.785, Francisco Gurrea, 788, Francisco Ortega, 8.612, José Garriga, 1.160, Muñíz e hijo, trajeron de Neda, otras 720 arrobas. Un total de 16.062 arrobas.
Según el mismo informe; el precio de estas harinas se ha vendido en esta plaza, la de primera calidad a 18 reales la arroba, la de segunda a 14 y la de tercera a 12 y a 11 y tres cuartillos. Comprobando el procurador general Nicolás Fernández, que a 30 de julio, se vendió en esta plaza a 11 reales y medio el ferrado de trigo y en 2 de agosto se vendía a 11 reales el ferrado.
Los Molinos
Desde el siglo XIV, hay referencias sobre los molinos de viento, los cuales se solían quedar con parte del trigo que los vecinos les llevaban a moler, de modo que el Concejo ante estas quejas vecinales, obliga a los moradores, que antes de ir al molinero a llevar su cereal, debía ser pesado primero en la Casa del Peso y al retirar la molienda, volver de nuevo a su pesado, para saber si el molinero en cuestión, se había beneficiado o no de la harina y a estos les obligaba a que no admitiesen ningún grano sin haberse pesado anteriormente, bajo las penas contenidas para este caso. Los molinos de viento más antiguos de la ciudad datan del año 1525. Ya en 1607, se da cuenta que dentro de la Ciudad Alta, había un solo molino, los restantes se hallaban fuera de sus murallas, aunque la documentación más extensa que existe data del siglo XVIII, por lo que en La Coruña en el año de 1550 existirían cinco molinos de viento, los cuales estarían repartidos; uno dentro de las murallas, otro en el Campo del Espíritu Santo, otro en el lugar del Orzán, el cuarto en el Campo de la Bora y el último en la Atocha-Santo Tomás.
Hasta el siglo XVIII, no se detectan más molinos de viento, de este modo, en la Atocha-Santo Tomás en 1710 se encuentra uno y en 1765 en esa misma barriada se anotan otros dos y para el año de 1785 se aprecian dos en Santa Margarita y Nelle, levantándose otros dos en 1790 en la barriada de la Atocha-Santo Tomás, dos años después en este barrio suman tres molinos y en el de Santa Margarita otros tantos, por lo que es posible que en 1792, solo hubiese en funcionamiento estos seis molinos, el resto estarían abandonados, en desuso o arruinados.
La ciudad siempre contó con numerosos molinos de mano, con lo cual se molería el grano de una forma un tanto artesanal. Los problemas de la molienda del cereal eran muy acusados y no en pocas ocasiones se tuvo que recurrir a las aceñas situadas en el entorno coruñés de mar y de río, estas irían en aumento de la misma forma que se incrementaba su población y sumando a ella la escasez de granos, los cuales se traían a la ciudad desde diversos lugares, tanto de Castilla, como Andalucía, así de países como Holanda y Francia e incluso de la tierra americana de Filadelfia. Era una continua batalla ante el temor que suponía para la vecindad el quedarse sin trigo ó que el mismo molinero, se apropiase de parte de la molienda del grano
En la matrícula de 1832 se refleja el diverso comercio que tenía la Coruña, indica los molinos que había en la ciudad, su pertenencia y ubicación: Molino de Jesús González, situado en la Torre 25, Ambrosio Gramer, en la Torre 32-A, Juan García y Francisco Vila, en el campo de la Leña-Montealto, Salvador Freire, situado en la misma zona del anterior, Juana Gómez, viuda, en la misma zona del anterior, José Salgués, arrendado a Antonio Camela, en Santa Margarita 12, Guillermo Berraseti, en Santa Margarita 18, de Manuel Morodo, en Santa Margarita, arrendado a Juan Mes, Juan Antonio Faginas, arrendado a Juan Parga en Santa Margarita, herederos de Ramón Marz, arrendado a Juan Rey en Santa Margarita. Todos los cuales estaban en funcionamiento en la fecha indicada de 1832 y en donde se hacía parte de la molienda del trigo de la ciudad.