Durante la mañana de ayer, los operarios de una concesionaria municipal de mantenimiento comenzaron a retirar un semáforo. La Policía Local se hallaba también allí, gestionando el tráfico, pero no había sido ningún conductor despistado el que había dejado fuera de servicio la señal luminosa, si no los perros. Mejor dicho, la orina que durante años había corroído la base del poste, hasta convertirlo en un peligro. “Siempre ha pasado, pero cada vez ocurre más a menudo porque cada vez hay más perros”.

En efecto, en A Coruña cada vez hay más canes, y a todos estos amigos hay que pasearlos de forma ideal al menos cuatro veces al día. Y cada vez que caminan por la ciudad, olisquean esquinas y postes y dejan su marca a base de orinar en ellos. Sobre todo los machos. Por eso cuando los operarios levantan la calzada, descubren un cerco de óxido en torno a la base.

“No hay nada que hacer, porque este material es poroso, se filtra”, explica uno de los operarios señalando los cuadrados de la acera situada frente a la plaza.  Un semáforo que parece estar bien a simple vista puede estar corroído en su base, ofreciendo el peligro de caerse con suficiente presión, por eso han estado sustituyéndolos a medida que van comprobando su estado.

La nueva ordenanza

En otros casos, es posible comprobar a simple vista cómo la orina de los perros se ha comido la pintura verde protectora del semáforo. Falta por ver si la nueva medida de la ordenanza de animales, que exige a los dueños de los canes que enjuaguen la mancha de pis de sus canes con agua, disminuye el efecto de las deyecciones sobre estas señales. Como entró en vigor hace poco, todavía es pronto para decirlo. Lo que sí está claro es que los costes de mantenimiento crecen por este motivo, porque no es posible reparar un semáforo dañado de esta manera.

La única solución es sustituirlo, y por eso ayer depositaron la señal sobre el asfalto para cortarla por la mitad con una radial y echarla a un camión. Pero en cuanto se instaló la siguiente, los perros ya quería marcarla.