Se cumplen diez años de la mayor obra y la que más ha cambiado la ciudad en lo que va de siglo XXI: el túnel de La Marina. Tal día como hoy, se abrió al tráfico el ramal que se dirigía a Atochas, entrando en funcionamiento un sofisticado túnel construido en terreno ganado al mar. El soterramiento del tráfico (por la avenida de La Marina circulaban a diario más de 30.000 vehículos) marcó un antes y un después, porque permitió abrir al peatón un nuevo espacio de disfrute que incluye también a O Parrote y que acerca el mar al público.
Desde el principio, el Gobierno de Carlos Negreira tuvo que enfrentarse a numerosos problemas. Para empezar, uno heredado: las obras de O Parrote. Allí, las excavaciones para construir un nuevo parking subterráneo habían dado con restos arqueológicos del cinturón defensivo de la ciudad y Patrimonio había obligado a paralizar los trabajos durante seis años. “Cuando llegamos nosotros a María Pita, lo que había allí era un gigantesco cráter. Con las lluvias se formaba una piscina inmensa. Aquello es el centro de la ciudad, una de sus zonas más visitadas, y la imagen que se daba al mundo era simplemente penosa”, apunta Negreira. “Nosotros le dimos la vuelta a la situación en apenas cuatro años”, precisa.
El túnel de O Parrote y la consiguiente peatonalización del centro son, a su juicio, “un símbolo de una A Coruña que se quería reivindicar como líder en Galicia tras un período de decaimiento. Nosotros decíamos que lo que era bueno para A Coruña lo era para Galicia, y aquello no hay duda de que lo era”. Durante las obras, e incluso una vez inaugurado el túnel y la zona peatonalizada, el entonces grupo de Gobierno tuvo que soportar críticas, especialmente de colectivos afines a la Marea Atlántica y de este partido político, hoy ya fuera de María Pita. “El tiempo nos dio la razón: La Marina y O Parrote son hoy dos grandes zonas de esparcimiento en el centro de la ciudad. Un auténtico lujo. Las críticas no tenían más fundamento que hacer daño político”, sentencia el último alcalde con mayoría absoluta de la ciudad.
Martín Fernández Prado recuerda también la génesis del túnel porque el actual presidente de la Autoridad Portuaria era entonces concejal de Urbanismo. “Fue una obra complicada porque, primero, estábamos en un momento poscrisis en el que era difícil conseguir financiación para los trabajos y segundo, era un momento muy conflictivo”, explica Fernández.
Negreira solucionó el primer problema incluyendo la participación privada (la constructora Copasa, responsable del parking de O Parrote, aportó 22 millones de euros de los 53,4 que costó el proyecto en total de La Marina y O Parrote) y el segundo, con diálogo. “Hicimos un montón de reuniones en los primeros cien días de mandato para llegar a un acuerdo entre varias administraciones”, recuerda el antiguo edil.
Por supuesto, en unas obras tan complejas acabaron surgiendo contratiempos y los plazos no se cumplieron. “Tuvimos que poner cinco paneles a la vez para contener el agua que se filtraba. Y también había que conectar dos niveles, el antiguo con el nuevo”, apunta el entonces edil de Urbanismo. Poco después de que se abriera al tráfico el túnel, en junio de ese mismo año, el nuevo alcalde, Xulio Ferreiro, recepcionó las obras después de que exigir el arreglo de algunas filtraciones. “Diez años después es un enorme éxito. Esas obras solo se pueden hacer con liderazgo, con ganas y con valentía”, dice Fernández.
Para Negreira, lo que queda hoy es un sentimiento de “gran orgullo por el trabajo bien hecho”: “Mi mayor satisfacción es ver a mi nieto Milo disfrutar de O Parrote y La Marina peatonalizados, con sus parques infantiles delante de las galerías”.
Son más de 24.000 los vehículos que transitan a diario por la avenida del Puerto (entonces, de Alférez Provisional), lo que la convierte en la más transitada de la ciudad después de la avenida de Alfonso Molina, por supuesto. Todo ese tráfico explica que también sea el túnel que más incidencias registra al año, de los seis con los que cuenta la ciudad. La mayoría tiene que ver con su bajo gálibo, en el momento en el que el túnel nuevo empalma con el viejo, el que se construyó bajo el mandato de Francisco Vázquez, y que permitió peatonalizar la plaza de María Pita, mucho antes de la obra de La Marina.
Todavía se producen incidentes cuando el conductor de un autobús o un camión, normalmente guiado por el GPS, ignora las señales de gálibo y acaba golpeando el techo, en vez de desviarse a la derecha, por As Ánimas. Pero, dejando a un lado este hecho, el túnel se ha convertido en la forma más rápida de llegar a Monte Alto, y por eso es tan utilizado. Es cierto que la avenida del Puerto se congestiona en hora punta, pero de eso apenas se da cuenta el público que disfruta de la gran zona de esparcimiento que une La Marina con O Parrote.
10,8 millones de euros fue el presupuesto final para construir el túnel de La Marina por la empresa Copasa y requirió más de 16 meses de trabajo
52.000 metros cuadrados en La Marina y O Parrote se ganaron al soterrar el tráfico, de los que 19.000 se abrieron a los ciudadanos en julio de 2015
24.000 vehículos transitan diariamente por la avenida del Puerto y la gran mayoría (más del 80%) toman el ramal de La Marina que lleva a Atochas
530 metros de longitud tiene el túnel de La Marina, que también es el del gálibo más bajo de los seis túneles de la ciudad, tan solo 3,2 metros