Nos vigila desde las alturas y, como el Gran Hermano coruñés, siempre ve lo que pasa a sus pies aunque los humanos vayamos más veces mirando hacia la pantalla del móvil que hacia arriba. Es la escultura que corona el edificio del número uno de la plaza de Mina, conocido con el nombre de la compañía de seguros propietaria del inmueble durante varias décadas, La Unión y el Fénix.
Lo cierto es que la estatua más alta de toda la ciudad no lleva ahí desde el principio. Cuando empezó a levantarse, en 1882, el edificio fue la primera construcción del Ensanche. Diseñado por el arquitecto Faustino Domínguez y Coumes-Gay y a petición de Fernando González, entonces solo tenía tres plantas. Era algo muy rompedor para la época, porque cambiaba la costumbre coruñesa de balcón en la primera planta y galería en las demás para inspirarse en las construcciones de moda de la época en París.
Tal y como recoge la ‘Guía de Arquitectura’ de A Coruña de Esteban Fernández Cobián, una de las características más interesantes del proyecto era que Domínguez no trató por igual las tres fachadas. En la principal, la que da a la plaza de Mina, incorpora un cilindro en donde se incluye la entrada coronado por una cúpula. En la cara que da a la calle Pacto Federal, que hoy conocemos como Sánchez Bregua, coloca galerías de hierro colado y en la que mira a la calle Compostela, miradores.
La cúpula ya estaba presente pero todavía no estaba coronada por la escultura. En noviembre de 1945, el arquitecto Fernando Cánovas del Castillo, que se encargó de hacer las obras en varias de las sedes de la compañía de seguros, presenta el proyecto para reformar el edificio y transformarlo en un lugar mixto, para vivienda y oficinas.
En los planos que atesora el Archivo Municipal están especificadas todas las obras necesarias para añadir esos dos pisos y el ático. Con todo lujo de detalles. Salvo en un punto: la estatua. Apenas se menciona en un escrito remitido al alcalde en 1947 como “torre de remate” y se indica que, “dada su poca superficie con frente a la fachada, no se indica como planta en exceso”.
Se detallan las calidades, los azulejos en los baños, el ascensor, el agua caliente y fría y un sinfín de detalles de cómo serán las viviendas pero, aparte de esa mención, en el expediente nada más se indica sobre la estatua. La única referencia es el dibujo que aparece en los planos del arquitecto, en los que se distingue claramente la figura.
Hay otra pequeña reforma posterior, que se acomete en el año 1948 y que lleva la firma de Antonio Vicéns Moltó, que afectará al ático del inmueble pero tampoco se dice nada en el expediente sobre la imagen alada que corona el edificio.
En las hemerotecas no hay rastro de cuándo o cómo llegó la figura hasta lo alto de la cúpula. Solamente hay referencias a la inauguración de la sede de La Unión y el Fénix Español, en febrero de 1952. El Ideal Gallego contaba que las oficinas estaban en el piso primero del inmueble, “que enriquece urbanísticamente con su hermosa fachada rematada en Cúpula con el artístico grupo escultórico del Fénix”. Sobre quién fue su autor o cuándo se coloca no hay detalles.
La Unión y el Fénix dejó de existir hace años, absorbida por AGF que, a su vez, pasó a formar parte de Allianz en 1998. La compañía actual, a raíz de la consulta de este diario, explica que no tiene constancia de contar con esa información sobre el grupo escultórico en sus archivos.
A mayores de los expedientes de obras que se guardan en el Archivo Municipal, el Ayuntamiento de A Coruña tampoco tiene datos específicos sobre la estatua del edificio de A Coruña y que en otras ciudades es considerada Bien de Interés Cultural, aunque apunta que es igual a la del edificio de la aseguradora en el número 68 de la Gran Vía, obra del arquitecto Díaz Plaja.
Los actuales propietarios del inmueble también han intentado recopilar información al respecto pero sin demasiado éxito e historiadores como Xosé Alfeirán tampoco guardan referencias sobre nuestro vigía particular.
Lo cierto es que la obra de la Unión y el Fénix en A Coruña es un misterio pero quien haya paseado por cualquiera de las ciudades españolas donde la compañía tuvo un edificio habrán reconocido la figura en lo alto de otras muchas cúpulas.
Hay varias versiones del grupo escultórico y la primera, de 1911, es la del francés René Saint-Marceaux, en la misma fundición donde se hizo la Estatua de la Libertad y hoy en tierra, en los jardines de Mutua Madrileña en la Castellana. A partir de la de Saint-Marceaux –que en realidad no es un ave fénix sino que representa el mito de Zeus y Ganímedes– se hicieron distintas versiones. George Gardet, uno de sus discípulos, fue uno de los encargados de hacer estas obras, por lo que pudo ser el autor de la de A Coruña. Al igual que Vicente Camps Bru, Benlliure, José María Camps Arnau, Federico Coullaut Valera o Julián Lozano, escultores españoles que han realizado trabajos en algún momento para La Unión y el Fénix.
No sabemos quién es el autor de la escultura de A Coruña aunque algunos creen que el águila aterrizó un día, sin más, sobre la cúpula del edificio de la plaza de Mina. Y desde ahí nos vigila.