Según los datos de la Consellería de Política Social, actualmente hay 5.225 familias numerosas en A Coruña y su comarca, mientras que en la demarcación de Betanzos son 351. Pero si se hila más fino, buscando las numerosas ‘de verdad’, al cierre de 2023 en toda Galicia había 98 con seis o más hijos, de las cuales 41 residen en la provincia coruñesa.
Los Pérez Rioboó, de Pravio (Cambre), y los López Pita, de la también cambresa parroquia de Cela, constituyen un modelo de hogar de los que ya no quedan. Matrimonios que tuvieron diez y nueve hijos y que sacrificaron su juventud trabajando sin descanso para que en casa nunca faltase de nada, desde juguetes por Navidad hasta un vestido que estrenar en las fiestas patronales. Un estilo de crianza impensable –e inviable– hoy en día pero que también pone en evidencia algunas carencias de la sociedad actual, más acomodada.
“Que como se crían dez fillos? Pois criándoos, unhas veces chorando, outras veces rindo... Cando chegaban os que ían ao colexio coidaban dos pequenos e eu sobre as nove e media metíaos na cama e poñíame a planchar, lavar... Aos pequenos, durante o día, dáballes de comer, cambiábaos e eu ía para a leira ou dar de comer ás vacas”, explica Mucha Rioboó, que a sus 83 años echa la vista atrás y constata que “agora non sería capaz de criar dez fillos, é todo moito máis difícil”.
“Antes dábanme roupa e se lles quedaba mal viña unha moza que a arreglaba, se aproveitaba todo. A xente de agora non faría iso e teñen poucos fillos ou ningún porque non queren sacrificarse tanto. En canto rematei cos fillos aínda criei cinco dos once netos que teño, porque os seus pais traballaban”, apunta la vecina de Armental, en Pravio.
Mucha se casó con Lelo en 1959 y un año después tuvieron su primer hijo, Carlos. Tras él llegaron, en los siguientes 14 años, otros nueve retoños más: Ana, José, Luciano, Eva, Montse, Belén, Carmela, Fernando y Marta. “Eu recordo a mamá sempre embarazada, pero era moi organizada. E traballaba moito. Todos tiñamos tareas”, explica Ana Pérez, que reconoce que la suya “non foi unha infancia de caprichos, pero nunca se botou nada en falta. Que non había Nocilla? Botábamoslle á Natacha un pouco de Colacao por riba e solucionado”, bromea.
Montse Pérez, otra de las hermanas, recuerda que “todos os nenos querían vir á nosa casa a xogar porque eramos moitos e tiñamos columpios”. Los diez hijos viven cerca de sus padres y las ‘xuntanzas’ siguen siendo una constante en el número 30 de Armental, donde siempre hay bullicio, fiestas y hasta sesiones de cine en familia.
Sandra López, la séptima de nueve hermanos, se muestra “enamorada” de su familia, con la que mantiene una estrecha relación: “Somos una piña”. “En mi casa vivían tres matrimonios: mis bisabuelos, mis abuelos y mis padres con mis dos hermanos mayores. Las mujeres controlaban el dinero: mi madre se lo daba a mi abuela, que era su suegra. ¿Tú te imaginas haciendo eso hoy en día?”, comenta la cambresa.
Del mayor de los López Pita de Cela, José Manuel, hasta el pequeño, Adolfo, hay 17 años de diferencia. “Al hermano mayor siempre se le trataba como a un segundo padre, se le pedía opinión, se le tenía más respeto. Nuestra infancia fue súper feliz, la casa era pequeña pero compartíamos habitaciones y camas y lo pasábamos bien. Nunca vivimos con lujos pero no tuvimos nada que envidiar a los demás. Los hermanos mayores nos vacilan diciendo que los jóvenes crecimos más porque en nuestra época ya había yogures y Colacao”, dice la vecina de Cela.
Eduardo, el patriarca, falleció hace doce años “y no hay un día que no nos acordemos de él”, pero la vida continúa y las fechas señaladas siguen celebrándose: “Este domingo (por ayer) le hacemos un cumple sorpresa a nuestra madre, Pura, y ya están ahí las navidades. Cuando nos reunimos todos somos unas 35 personas. Siempre hay gente en casa”, concluye Sandra López.