En formato dúo, acústico, Pedro Pastor protagonizará la segunda de las sesiones musicales del Jardín Cervezas Alhambra con un concierto (20.30) que será más “íntimo” y “cercano”, “cantando mirando a los ojos”.
“Va a ser la tercera vez que vayamos a A Coruña con este disco (‘Vueltas’) porque así se ha dado”, recuerda Pastor sobre su visita a Garufa y al Noroeste, “parece que estamos entablando una relación muy bonita con A Coruña”, añade.
En el anterior disco, ‘Vulnerables’, apelaba a ser nosotros mismos, ¿Qué mensaje se proponía con ‘Vueltas’?
Por mi parte, no suelo elegir los mensajes que lanzó en los discos, sí que tengo deseos, reflexiono, pienso sobre que temáticas me gustaría componer, lo que pasa es que no es sencillo. Se tienen que dar muchísimos factores para que una canción acabe bajando a tierra. Más que desear mandar otro mensaje, estoy en otro momento vital. ‘Vulnerables’ lo compuse en un momento raro, estaba tristón, era una etapa en la que tenía mucho ruido en la cabeza, no estaba en mi centro. ‘Vueltas’ es un proceso distinto, lo compongo durante un viaje muy bonito, muy expansivo, y estoy en otros procesos emocionales, entonces, es un disco más desenfadado, aunque siga habiendo reflexión, dudas, porque las dudas siempre acompañan a mi música, son un motor para la composición. Pero sí, es un disco más alegre, no solo en las letras, sino también en los arreglos.
Al ser dos procesos tan diferentes, ¿es también distinta la sensación de alivio al acabar y publicar un trabajo?
Creo cada disco tiene su propio proceso. Más que alivio, que lo hay, es satisfacción. Cada vez que completo un disco y lo lanzo al mundo siento una satisfacción bastante grande, comparable a pocas cosas en mi vida. Ese proceso en el que uno vive, después compone esas canciones de las vivencias, luego las ubica, las arregla, las produce, las graba y las edita, es un proceso largo, al que hay que poner mucha energía y voluntad. Y la voluntad está cada vez más difícil de conseguir, estamos en la época de los ‘singles’, un disco requiere de mucha paciencia y voluntad, esas características que están un poco alejadas de este mundo moderno que nos está tocando vivir.
También cumple diez años de su primer EP, ¿qué cambios está viendo en sí mismo?
Sí, aquí estamos, de décimo aniversario (ríe). Una evolución inevitable, porque empiezo joven en la música, mi primer EP sale cuando tenía 17. Creo que tenía claro que quería ser cantautor, pero no tenía tan claro muchísimas cosas acerca de qué cantautor quería ser o como quería serlo. He tenido mucha suerte de tener a mis padres, un pilar, sobre todo para entender los laberintos del cantor, para conocer la industria, el oficio y el sacrificio. He aprendido en estos diez años a ubicarme a mi mismo y a saber como me gusta hacer las cosas. Luego, supongo que la primera vez que voy a Latinoamérica, con 20, empieza un camino en el que empiezo a investigar en ritmos que también se están convirtiendo en una seña de identidad. Ahí estamos, en constante evolución, quizá con criterios más fijos, pero atento a los cambios.