Diego Rúa es un romántico del mundo del tattoo, un apasionado de la fotografía, del whisky, de lo vintage, de los coches clásicos y las patatatas fritas. Nació en Santiago de Compostela y es uno de los regentes de Nora Tattoo. Su pasión, la está convirtiendo en un estilo de vida.
Comenzó su andadura profesional hace diez años de manera autodidacta, asistiendo a convenciones nacionales, generando un gran interés por esta profesión: "Empecé en este mundo hace diez años, diez años que han pasado excesivamente rápido y en los que he vivido las mejores experiencias y momentos de mi vida. Amaba los tatuajes y me compré una máquina para poder aprender".
De su trabajo destaca el entorno en el que trabaja. Un ambiente familiar que le permite compartir opiniones, proyectos e ideas que van surgiendo de una forma muy natural. Recuerda con cariño sus primeros tatuajes y también a todas esas personas que cedieron un trozo de piel, qué confiaron y se pusieron en sus manos.
En el arte del tatuaje, el cuerpo es el lienzo. Si hay algo que quiere destacar este tatuador es la emoción que siente cuando sus clientes le ceden una parte tan vistosa como es la espalda: "Son proyectos muy potentes, que alguien te ceda la espalda es muy complicado, la gente suele reservarse la espalda para el final, cuando ya no tiene sitio en otras partes del cuerpo".
Hablando de estilos, afirma que en la actualidad hay cuatro estilos que son atemporales, pero al igual que en la moda, hay estilos que prevalecen: "Sin lugar a dudas, en estos últimos años triunfa todo lo relacionado con el blackwork". En cuanto al tipo de cliente, Diego considera que varía mucho dependiendo de la ciudad y del país en el que se encuentren y que por eso es muy importante viajar, para poder así, conocer la cultura del tatuaje y la demanda: "Para los tatuadores es muy importante viajar, así podemos llegar a más gente y conocer y compartir nuevas experiencias".