Alemania ha entrado en modo electoral después de la ruptura de la coalición gubernamental, un escenario que dejará durante meses fuera de juego a la primera economía de la Unión Europea en un momento en el que el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la guerra en Ucrania y la falta de competitividad de la Unión Europea (UE) exigiría su liderazgo.
Jacob Ross, analista del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, concedió a EFE que la incertidumbre en la que se ha sumergido Alemania tiene consecuencias en la acción internacional, en un momento en el que tanto el canciller, Olaf Scholz, como el presidente francés, Emmanuel Macron, "están en una posición muy débil".
Ello cuando "los europeos tienen ocho semanas para encontrar acuerdos y prepararse hasta que tome posesión en Washington Donald Trump", sostuvo.
Alemania es el segundo mayor contribuyente de ayuda militar a Ucrania por detrás de EEUU, donde Trump se ha mostrado reacio a seguir destinando dinero a Kiev.
"Los próximos pasos en materia de ayuda a Ucrania están en entredicho (...)" en Alemania, dijo Ross.
El Gobierno no contará con un presupuesto para 2025 si la oposición no apoya al ahora Ejecutivo en minoría de socialdemócratas y verdes tras la expulsión de los liberales.
Las obligaciones corrientes con Ucrania estarán garantizadas, pero no eventuales ayudas adicionales.
Según Scholz, con el crédito de 50.000 millones de euros acordada en el G7 para Ucrania "hay medios a disposición con los que los ucranianos pueden defenderse con independencia de recesiones o de la evolución política de algunos países".
Los líderes europeos no han escondido cierta preocupación en la cumbre de Budapest por la situación en Alemania, al afirmar que Europa necesita una Alemania fuerte con un Gobierno unido y estable, si bien algunos han querido quitarle hierro, al recordar que en un club de veintisiete países siempre hay alguno inmerso en una transición política.
La inquietud, aunque relativa, no se limita solo a la política exterior, pues en Europa también hay que tomar decisiones importantes en migración ante la presión de la ultraderecha en varios países y en competitividad en un continente que debe hacer frente a rivales comerciales como EEUU y China.
Alemania, que este año encadenará su segunda recesión consecutiva, es un ejemplo del problema de la competitividad que acecha a Europa.
Su poder exportador se ha reducido, su otrora potente sector automovilístico ya no puede competir con los subvencionados vehículos eléctricos chinos, la producción de la industria no deja de caer, las infraestructuras necesitan urgentemente inversiones y el exceso de la burocracia continúa obstaculizando la innovación y el emprendimiento.
De ahí que no es de extrañar que las disputas sobre cómo financiar un cambio de rumbo en la política económica y cómo seguir costeando la ayuda militar a Ucrania en paralelo haya provocado el colapso de una coalición con miembros con diferentes prioridades.
En medio de todo este cóctel explosivo en Berlín ya domina la estrategia electoral, empezando por las discusiones sobre cuándo es el momento más apropiado para que el canciller se someta a la moción de confianza con el fin de facilitar la celebración de comicios anticipados.
El jefe de Gobierno, que ya anunció hace meses que quiere repetir como canciller, -a pesar de que entre los votantes sólo un 21 % está satisfecho con su labor- quiere hacerlo el 15 de enero para celebrar elecciones a finales de marzo, si bien se ha mostrado dispuesto a considerar otra fecha más cercana ante la presión de la oposición.
Eso sí, ya haciendo cálculos electorales, vincula este paso a la aprobación previa en la Cámara Baja de iniciativas como la compensación de la inflación en la fiscalidad para que los ciudadanos tengan más ingresos netos, la estabilización del sistema de pensiones, la aplicación de las normas del Sistema Europeo Común de Asilo y medidas para dar un empujón a la industria.
Detrás de este argumento está que él mismo y su partido, que ha bajado al tercer puesto en las encuestas con un 16 % de intención de voto, necesitan tiempo para exhibir éxitos, mientras genera la posibilidad de que la opositora Unión Democristiana (CDU) y su líder y candidato a canciller, Friedrich Merz, cometan errores.
La CDU, que encabeza los sondeos con un 34 % de intención de voto, pretende por contra imposibilitar al SPD y a Scholz que remonte en las encuestas y quiere obligarle a someterse a la moción de confianza ya el próximo día 13 para que las elecciones se celebren el 19 de enero, la víspera de la investidura de Trump.
Esta fecha sugerida por Merz -ya sea por cálculo electoral o no- subraya en todo caso la urgencia de que Alemania salga cuanto antes de la incertidumbre política.