El rastro de la masacre de Hamás en el sur de Israel todavía tiene conmocionada a la nación, donde los muertos israelíes superaban ayer los 1.200, más que en toda la Segunda Intifada (2000-2005), mientras la Franja de Gaza, destruida, sin electricidad ni apenas alimentos, está al borde del abismo con los hospitales colapsados.
Las imágenes de cadáveres regados por el suelo volvieron ayer a las pantallas israelíes, en el kibutz de Beeri, donde los servicios de emergencia dicen que hallaron cuerpos mutilados, torturados y quemados en el lugar, semejantes a las vistas en el cercano kibutz de Kfar Aza, que dieron la vuelta al mundo entre gran controversia.
Según reveló ayer el ejército, los milicianos de Hamás que tomaron el control de Beeri se habían disfrazado con uniformes del ejército israelí y empezaron a disparar a las unidades militares que se acercaban al kibutz, donde tomaron como rehenes a unas 40 personas. “Fue la mayor masacre de todas las comunidades de esta zona”, afirmó un portavoz militar. En esa pequeña comunidad de no más de mil habitantes, los servicios médicos rescataron más de mil cuerpos y algunos vecinos siguen desaparecidos.
Por su cercanía a Gaza, Beeri fue uno de los primeros núcleos arrasados por los milicianos que asaltaron Israel, y fue uno de los últimos en ser retomado por completo por las fuerzas israelíes.
A pesar de que Israel ya recuperó el control de todo su territorio y repelió la presencia de las milicias, las autoridades advirtieron ayer de que todavía pueden quedar “terroristas” infiltrados en suelo israelí. De hecho, solo ayer mataron a 18 milicianos palestinos que estaban dentro o intentando penetrar a Israel y neutralizaron otra tentativa de infiltración de cinco milicianos, matando a tres de ellos.
Con los muertos pasando la barrera de los 1.200 de lado israelí, además de 3.000 heridos, Israel aún digiere el impacto de una guerra sin precedentes que va a marcar un antes y un después. Mientras, todavía busca a decenas de desaparecidos rastreando las muestras de ADN de las víctimas sin identificar.
No trascendieron noticias sobre el centenar de secuestrados israelíes que las milicias islamistas mantienen dentro de Gaza, desde donde ayer se siguieron lanzando cohetes hacia Israel, que activaron de nuevo las alarmas en el centro del país, incluido el área de Tel Aviv, e impactando uno de ellos en el hospital de Ashkelon, ciudad cercana al enclave.
En la Franja la situación es crítica, al borde del abismo de otra catástrofe humanitaria, probablemente también sin precedentes. Las autoridades gazatíes ya suman 1.100 muertos y 5.330 heridos.
Ayer, la compañía eléctrica de Gaza cortó la electricidad de todo el enclave ante la falta de combustible. Israel mantiene un cerco implacable desde el domingo, cuando desconectó la Franja de su red eléctrica, y cortó toda entrada de gasolina, alimentos o medicinas, además de los bombardeos sin descanso.
Desde que empezó la contraofensiva se dañaro 14 centros médicos y murieron diez médicos. Sin luz, ni medicinas, ni material médico, los hospitales están desbordados. “Nuestra capacidad está al límite y solo podemos intentar mantener las vidas de los heridos”, dijo el doctor Medhat Abas, portavoz del Complejo Médico Al Shifa, el hospital más grande de la ciudad de Gaza.
Por otra parte, en la frontera norte siguió escalando la tensión por cuarto día consecutivo. Un misil antitanque fue lanzado desde Líbano contra un puesto militar israelí en Arab Al Aramshe, una comunidad a pocos metros de la frontera, sin causar daños o heridos.
Desde el domingo, Hizbulá y las facciones palestinas en territorio libanés protagonizaron varios disparos de cohetes, morteros y misiles, y al menos una infiltración en Israel, que respondió a todos con ataques por aire y artillería.
Ningún grupo reclamó ayer la autoría del lanzamiento de misiles antitanque, si bien fue Hizbulá quien reivindicó los tres lanzamientos con ese tipo de proyectiles de los últimos días sobre objetivos israelíes, mientras que las milicias palestinas suelen limitarse a lanzar cohetes.
Por otra parte, el portavoz del Ministerio de Exteriores israelí, Lior Haiat, aseguró ayer que “no es el momento de negociar” con el grupo islamista Hamás para el rescate de las entre 100 y 150 personas que el Gobierno israelí cree que fueron secuestradas o capturadas por los milicianos palestinos.
“No es el momento de negociar. Todavía estamos en guerra. Estamos contando nuestros cuerpos. Seguimos luchando contra los terroristas en nuestro territorio”, dijo Haiat, que subrayó que no se negociará hasta que concluya la primera parte de la operación.
El portavoz recordó que hay 300.000 militares desplegados en torno a la Franja de Gaza y la frontera con Líbano, donde aumentó la tensión con el grupo chií libanés Hizbulá en las últimas horas e insistió en que “Israel está en guerra y hará todo lo que sea necesario para ganarla. No tenemos otra opción”.
En este sentido, apuntó que “la guerra contra Hamás no va a ser una operación corta, sino a una guerra larga y dura”. “Nuestro objetivo es crear una nueva realidad en la que la organización terrorista Hamás no sea capaz de volver a atacar a civiles israelíes como lo ha hecho”, dijo.
Por su parte, el portavoz del ejército israelí, Peter Lerner, aseguró que se deberá investigar cómo Hamás pudo penetrar de esa manera en Israel, pero precisó que este no era el momento. “Estamos centrados en cómo evitar que vuelva a ocurrir”, dijo.