El papa cerró hoy en Lisboa la primera Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) después de la pandemia, que superó las previsiones, con más de un millón y medio de fieles de todo el mundo, y donde tuvo un especial reconocimiento para las víctimas de abusos sexuales, llamó a los jóvenes a avanzar sin miedo e insistió en que hay espacio para todos en la Iglesia.
Lisboa, con medio millón de habitantes, asumió el reto de recibir la mayor concentración católica con el objetivo de reunir a un millón de peregrinos. Pero la realidad superó con creces las estimaciones.
De los 500.000 peregrinos que asistieron a la misa de apertura el martes, en el Parque Eduardo VII, la participación aumentó hasta la "acampada" del millón y medio de fieles que arropó al pontífice en la vigilia de la noche del sábado y en la misa de despedida de este domingo en el Parque Tejo, una explanada con una superficie equivalente a un centenar de campos de fútbol a orillas del río.
Multitudes a las que se sumaron las miles de personas que se congregaron en las calles de la capital lusa para saludar el paso de la comitiva papal durante los cinco días de su visita, y en los que se ha paralizado la actividad del centro de la ciudad.
"Es una cosa nunca vista en Portugal", una "locura", resumió este domingo el presidente del país, Marcelo Rebelo de Sousa.
El papa llegó a un Portugal sacudido por las revelaciones de una comisión independiente que, en febrero, denunció la existencia de al menos 4.800 víctimas de abusos cometidos con menores en el seno de la Iglesia portuguesa.
Las víctimas reclamaban justifica, reconocimiento y criticaban la reacción de la Iglesia portuguesa y el hecho de que el tema no figurara en la agenda oficial de la JMJ.
En un discurso ante el clero del país en su primera jornada en Lisboa, el pontífice pidió a la Iglesia de Portugal "una purificación humilde y constante" en relación con este escándalo y que las víctimas "sean siempre acogidas y escuchadas".
Horas después, Francisco se reunió en privado con 13 víctimas de pederastia, a quienes pidió perdón en nombre de la institución. Un gesto que las víctimas han valorado, aunque, advierten, no es suficiente.
Francisco no ha tenido tregua en esta JMJ. A sus 86 años ha cumplido un apretado programa que ha incluido desplazamientos, misas multitudinarias, una visita al santuario de Fátima y reuniones privadas.
El papa, que se ha saltado el protocolo para saludar a la multitud y no se ha ceñido a los discursos previstos en varias ocasiones, ha insistido en un mensaje para los jóvenes a lo largo de estos días: "En la Iglesia hay espacio para todos".
"Cuando no haya este espacio, esforcémonos para que lo haya, también para el que se equivoca, para el que cae, para el que le cuesta", dijo en la ceremonia de bienvenida.
E insistió durante su breve visita a Fátima: "La pequeña capilla donde nos encontramos constituye una bella imagen de la Iglesia, acogedora y sin puertas. La Iglesia no tiene puertas, para que todos puedan entrar".
Un mensaje especialmente significativo en una JMJ en la que se han registrado incidentes de intolerancia con personas LGTBI.
El papa pidió también a los jóvenes que no abusen de las redes sociales ni las pantallas y hoy, en la misa final, los animó a que no tengan "miedo" y a construir un mundo diferente.
"Todos queréis cambiar el mundo y queréis cambiarlo por la justicia y por la paz", aseguró.
"Obrigado (Gracias). Lisboa queda en la memoria de los jóvenes como la ciudad de los sueños", concluyó Francisco.
Tras la multitudinaria despedida que le regalaron los peregrinos en su última misa el Lisboa, el papa quiso agradecer el esfuerzo de los voluntarios de la JMJ.
"Sean surfistas del amor", pidió Francisco a los más de 25.000 jóvenes que convirtieron la despedida en una fiesta. "Ahora, suban a la ola", dijo en alusión a las olas gigantes de la localidad de Nazaré antes de partir hacia el aeropuerto de regreso a Roma.