Un total de 1.200 euros han tenido que desembolsar los dueños de Aston para salvar su vida tras lo que debía ser un tranquilo paseo por el entorno de Santa Cristina. En un momento de despiste el can se dirigió hacia la playa, donde el olor a calamar que todavía desprendía un anzuelo ejerció el mismo atractivo que para las presas marítimas. Aston picó igualmente en el que a punto estuvo de ser el último mordisco de su vida: necesitó de una endoscopia en el hospital veterinario Abeiro, donde la pieza fue extirpada con éxito.
Aún con el susto en el cuerpo, Lucía, que paseaba junto a su marido Álex en el pinar próximo a la playa, relata la fortuna que en realidad les acompañó pese al mal trago: “Nos dimos cuenta porque le vimos hacer cosas raras y tenía parte del sedal colgando de la boca. Lo partió con los dientes, tras una sedación y la endoscopia, se lo pudieron sacar. Acabó en el estómago, pero si hubiese sido en los intestinos la cosa se hubiese complicado mucho. Tuvo mucha suerte". Según sospecha la pareja propietaria de Aston, la fatal coincidencia pudo deberse a una cuestión de limpieza por parte de un pescador. "Cuando nos enseñaron las imágenes de la endoscopia vimos que el anzuelo tenía un trozo de calamar, por lo que pensamos que se lo dejó alguno de los pescadores que están en la orilla", subraya. "Es un anzuelo grande, que se le clavó bastante, aunque no tiene una muerte muy pronunciada y eso hizo más fácil sacarlo", finaliza.
Más allá del gasto económico y el susto por la vida de Aston, los afectados quieren lanzar un mensaje de civismo a los usuarios y a los encargados del mantenimiento de la playa. Y es que la misma curiosidad que el can la podría haber tenido un bebé.