El amor y la suerte

Ha sido el día de la mujer. En realidad era el día de la mujer trabajadora con salario. Luego pasó a ser el día de la mujer trabajadora y ahora, por si nos perdemos, es el día de la mujer sin más. Como escritora y mujer (de niña siempre quise ser un niño, culpa de Enid Blyton, sin duda) voy a escribir la columna correspondiente, evitando la catarata de noticias políticas que se agolpan cada minuto esta temporada trepidante y adictiva.


Soy escritora. De alguna manera se supone que como tengo útero tengo que narrar cosas agradables, quizá un poco duras pero siempre sobre algo que tenga que ver con el amor o la maternidad o tres mujeres (no me refiero a Carmen Mola, o sí, igual se sienten mujeres trabajadoras asalariadas, como la profesora universitaria que decían ser, tres en uno). O el Romanticismo. Hace pocos días alguien dijo que si leías “Cumbres Borrascosas” y te gustaba eras carne de psiquiatra, porque ”Cumbres borrascosas” no era una novela romántica. Perdón, señoritas de portadas de espaldas y bordar en la ventana: “Cumbres Borrascosas” es la novela romántica por excelencia. El Romanticismo es el amor, el exceso, el dolor, la necrofilia, el suicidio. También es el matrimonio, la familia, la literatura, los paisajes dramáticos y lo que surja. El romanticismo es Mister Darcy, aunque la misma que nos quiso llevar al psicólogo es fan de Austen y Darcy, ese apuesto y gruñón galán que salía del lago con la camiseta mojada y no vamos a olvidar que vivió en la época Georgiana, no confundir con la Victoriana ni con el Romanticismo, o sí, caramba, por qué no, total nadie se va a dar cuenta. Gracias al Romanticismo nos podemos casar por amor. El Romanticismo va de eso, del amor. El amor romántico, ese amor que las chicas de las manifas desprecian porque consideran que es el epítome del patriarcado. Por lo menos eso gritan en la tele mientras pegan saltos y hacen batucadas.


El amor. Tener suerte. Mis padres no llevaban nada bien que yo quisiera ser un chico por culpa de Enid Blyton. Jorge y su perro Tim. Pero me querían igual, o incluso mas, igual tuve suerte. Tener suerte es algo aleatorio, como Vicente al que su chofer se lo cargó por saber que le tocó la Lotería. Te toca la lotería y mueres por la suerte. Lo mismo que el amor en “Cumbres Borrascosas”, alguien  quería un violín y apareció un menor no acompañado en aquella casa en el medio de los páramos. ¿Heathcliff tuvo suerte ese día? Lo que es seguro es que tuvo amor. Romántico. Desatado. Salvaje. Y desamor, que Cathy no era precisamente un angelito caído del cielo.


Ha sido el día de la mujer. Antes era el día de la mujer trabajadora asalariada. Hoy tener un salario también es tener suerte. Tenía una compañera de trabajo que decía que era más fácil aprobar una oposición que encontrar un buen marido y algo de razón no le faltaba. Solo hay que leer a las Brontë para darse cuenta de que si te descuidas un buen marido te encierra en el ático y te entran ganas de quemar mansiones al menor descuido. Ojo a eso. Por eso Jane Eyre siempre quiso tener un salario, porque no se fiaba demasiado de los buenos maridos. Ha sido el día de la mujer y yo sin darme cuenta he acabado hablando del amor, como corresponde a una escritora femenina y adecuada. Supongo que es inevitable. Todo sea por no hablar del gobierno…

 

El amor y la suerte

Te puede interesar