el fascismo no es tanto una ideología como una conducta. ¿Qué ideología puede tener el cretino de los cuernos que allanó, con otros de su cuerda, el Capitolio de los Estados Unidos? Ninguna. Para tener ideología, por muy dislocada o perversa que ésta sea, se necesita un mínimo de materia gris, siquiera para intentar justificar o argumentar el dislocamiento o la perversidad precisamente, mas para asaltar con violencia una sede de la soberanía popular, arrollando a los guardias que la custodian y gruñendo amenazas, sólo se necesita ser un sociópata. El problema mayor viene cuando los que sí tienen un poco de materia gris excitan y alientan a los que no tienen ni un adarme de ella para que les hagan el trabajo sucio y cometan vilezas y atrocidades.
Fascistas los hay en todas partes, en todos los espectros políticos, pues, como digo, eso no va de ideas ni de concepciones del mundo, sino de brutalidad pura y dura. El alcalde de Lorca, acosado junto al resto de los miembros de la corporación municipal por los energúmenos que habían asaltado el Ayuntamiento, comparó el suceso con el ataque de los machacas de Trump al Capitolio, y hay quien lo ha tildado de exageración, pero exageración, ninguna: aquellos, como éstos, pretendían torcer la voluntad popular democráticamente expresada; aquellos el resultado de unas elecciones limpias, y éstos una norma para evitar que la ciudad, sus habitantes, sus manantiales, su atmósfera, se envenene con los purines de las innumerables explotaciones porcinas que la cercan.
Partido Popular y Vox se han mostrado “comprensivos” con la “desesperación” de los asaltantes, pues, al parecer, debe ser muy desesperante que la ley impida poner una gran zahúrda en la puerta de un hospital, de una vivienda o de un colegio.
Puestos a comprender desesperaciones, podrían comprender a las incontables víctimas de un modelo de explotación ganadera descontrolado, entre las que se encuentran también sus propios familiares y ellos mismos, que respiran el mismo aire mefítico y beben el mismo agua. Estos “comprensivos” no comprenden nada.
El fascismo, en fín, no es exactamente una ideología, sino un turbio furor y una malafollá, como se dice en Granada. Y la Historia nos cuenta de qué va, cómo emerge y crece, de qué se alimenta, cuánta desgracia trae. En sus filas militan los que tienen alejada de si la funesta manía de pensar y los que piensan, mal, por ellos.