Yo, mi, me… Contigo

El amor es ese sentimiento que en el fondo todos buscan y que algunos no logran encontrar de forma persistente por más que revuelven en los compartimentos de sus entretelas.
 

Y, no lo hacen o lo hacen a medias, principalmente por dos motivos: su propio egoísmo o una aplastante racionalidad sentimental que los convierte en lerdos emocionales. El primero les dirigirá a tratar de salvaguardar tanto sus posiciones que, difícilmente, van a encontrar a alguien dispuesto a compartir migajas; mientras que el segundo acabará castigando de cruda realidad la relación hasta, en muchos casos, hacerla morir. Cuando alguien desea compartir su vida con otra persona, el yo, el mi y el conmigo, tienen que dejarse a un lado para pasar al nosotros, al nuestro y al contigo. No hay otra. Y hay que hacerlo bien, respetando las parcelas propias de cada cual, pero sabiendo siempre que el sitio del uno está donde se encuentra el otro y que las prioridades también deben ser comunes.
 

Se ceden posiciones sin facturas ni cuentas pendientes. Simplemente porque se forma equipo y se desea por ambas partes que este funcione y gane todas las pruebas que se le pongan por delante. No existe la competición ni la comparación porque todo aquello que ambos poseen se pone en favor de un conjunto que será prioritario proteger. Una vez conseguida esa deseable situación, es importante no confiarse ni acomodarse en exceso.  Las palabras agradables, el respeto por los gustos del otro, las muestras de afecto, los detalles esporádicos y la comunicación fluida; deberán estar presentes a lo largo de toda la relación. Y es que, si enamorarse es la parte más emocionante, mantenerse enamorado es la más difícil.  Hay personas que, sin embargo, piensan que ese estado dura un plazo limitado y que después esta situación desaparece para dar paso a una cómoda monotonía, cuando en realidad el enamoramiento es solo el inicio divertido de una evolución amorosa que estará llena de pruebas y que dirigirá a los triunfadores hacia un amor mucho más pleno, seguro y completo; que no deja de ser otra forma de estar enamorado, porque a mi juicio, estarlo consiste en tener el corazón ocupado queriendo a alguien como pareja, sea cual sea la fase a atravesar del proceso. Las relaciones duraderas requieren de mucho trabajo por ambas partes y, el camino para crear un vínculo profundo, no siempre es divertido. He ahí donde la madurez debe entrar en juego.
 

Por supuesto no hay que pretender que la relación sea eternamente un parque de atracciones emocionales- como lo fue durante los primeros meses-, pero tampoco se debe permitir el acomodamiento excesivo en el resto de las fases. Comunicarse, pasar tiempo a solas, tener detalles y mostrar afecto, serán piezas claves para lograr que la relación evolutiva perdure en el tiempo con los cambios que este tenga a bien esculpir; pero recordando siempre que una unión duradera no consiste solamente en no hacer las cosas que todos sabemos que están mal, sino en llevar a cabo aquellas que sabemos que son buenas para el otro, básicamente, porque dando somos más felices… Una buena excusa para dejar de lado el egoísmo.  En cuanto al pragmatismo emocional al que me referí en las primeras líneas, que aquel que lo padezca recuerde que solamente las personas inteligentes son capaces de permitir que su pensamiento avance sin tapujos ni vergüenzas y que antes de tratar de definir lo indefinible deben recordar que todos somos esclavos de nuestras palabras y que, cuando uno no es capaz de expresar un sentimiento de la forma en que el otro precisaría, es necesario hacer uso de los paños calientes.
 

Yo, mi, me… Contigo

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