Vivimos en la sociedad de la información pero, paradógicamente, nos intoxican con bulos y falsedades pues son cada vez más los medios de comunicación que ejercen como correas de transmisión de los poderes políticos y económicos que los sustentan, distorsionando la realidad y llevándola a su propio terreno.
Cuando la sociedad civil deja en manos de la política el desarrollo, la gestión y el destino de la propia sociedad, sin ningún tipo de control, entonces asistimos a una cultura democrática deficiente que únicamente beneficia a unos pocos privilegiados que luchan, con uñas y dientes, por mantenerse en el poder.
Millones de personas coinciden en señalar que en las sociedades actuales hay un aumento de la desigualdad social, económica y educativa. Eso merma la capacidad de participación en la vida pública de miles de familias que tienen que estar más preocupadas en poder comer todos los días que en ser consciente de lo que sucede a sus alrededores. Estas situaciones provocan que regrese el caciquismo y la manipulación constante ejercido sobre los sectores sociales más vulnerables.
Únicamente no podemos limitarnos a seguir criticando al poder político tratando de eximir nuestras responsabilidades como ciudadanos. También nosotros tenemos el derecho y el deber de saber elegir a nuestros representantes y de exigirles el cumplimiento de sus obligaciones a través de los diferentes medios puestos a nuestra disposición desde los principios y medios democráticos y el estado de derecho.
Actualmente la política tiene más presencia que la propia sociedad civil. La apatía y el desinterés por lo público y por el bienestar general y únicamente pensando en el yo, en vez del nosotros, nos está llevando a una sociedad enquistada en el desánimo y en la complacencia. Esto es un caldo de cultivo para que algunos medios de comunicación y ciertas formaciones políticas populistas campen a sus anchas en un cortijo del que se creen sus dueños.