Traje a este comentario hace un tiempo la cuartera de Don Ramón de Campoamor “en este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”, versos que recuerdan que las opiniones y juicios de valor sobre un mismo hecho -o sobre comportamientos- están marcados por la peculiar visión de los mismos, que suele ser subjetiva y parcial. El poeta del Realismo recuerda que nuestra percepción de la realidad está mediada por las emociones, creencias y circunstancias que nos condicionan y, con frecuencia alejan de la verdad objetiva.
La redondilla de Campoamor se cumple en el mundo de la política donde la verdad siempre depende del “cristal” con el que la miran sus protagonistas. Sirve de ejemplo el comportamiento del PSOE y del PP, los dos partidos mayoritarios, que se acusan mutuamente de racismo después de que ambos hayan pactado con Junts y Vox, respectivamente, partidos extremos, racistas y xenófobos que contradicen claramente los valores que socialistas y populares dicen defender
Es curioso que después de esos pactos, ambos partidos, que gobiernan juntos en Europa, se siguen insultando. El PSOE increpa al PP por aliarse con Vox (pacto de presupuestos en Valencia), y le acusan de legitimar un discurso ultraconservador que muchos consideran contrario a la democracia. Por su parte, el PP despotrica contra el PSOE por negociar con Junts, un partido independentista, xenófobo, racista, excluyente y antiespañol, “gobernado” por un golpista prófugo de la Justicia. Los dos partidos se vendieron a los extremos, miran la realidad a través del cristal que más les conviene después de firmar pactos que responden a sus intereses estratégicos, pero derrumban sus principios ideológicos.
Por eso, en lugar de acusarse mutuamente deberían callarse, asumir que pactaron por su conveniencia para mantenerse en sus poltronas. Si fueran coherentes reconocerían que los pactos son “su herramienta” que puede contribuir a su estabilidad, pero nunca deben ser un arma para atacar al adversario.
Pero si de verdad quisieran ocuparse de los problemas que preocupan a los ciudadanos, pactarían entre ellos, como está ocurriendo en Alemania, en lugar de zurrarse dialécticamente. Así neutralizarían a la extrema derecha, representada por Vox y Junts, y a la extrema izquierda radical, como Bildu que no condenó la violencia etarra, al nacionalismo antiespañol y demás radicalismos. Claro que ese pacto depende de la iniciativa del presidente del Gobierno, que antes tiene que derribar el muro que levantó contra la oposición.
Lo cierto es que hay empate técnico entre las dos formaciones del bipartidismo que buscan apoyos en lugares ideológicamente incompatibles con sus idearios oficiales. “Puede haber coherencia entre ladrones, pero jamás la habrá entre políticos”, decía Lawrence de Arabia y ¡qué razón tenía!