Según los medios afines a Sánchez y alrededores, la Ejecutiva del PSOE tomó el lunes la decisión de expulsar a Nicolás Redondo Terreros, exlíder de los socialistas vascos, “por su reiterado menosprecio a las siglas del partido”. Sin embargo, en conversación con el interesado, he sabido que, a la hora de escribir este comentario (viernes por la mañana), Redondo no había recibido ninguna notificación oficial al respecto.
No solo eso. Me dice que desconoce las razones de la decisión. Eso revela un serio problema de formas en el desempeño de la organización. Pero importa el fondo: la indisimulada línea crítica de Redondo con la línea impuesta por el vigente líder del partido y presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez.
Redondo no es el único objetor. Son muchos los que desde las filas del PSOE se están pronunciando contra las concesiones a un prófugo de la justicia, Puigdemont, a cambio de que reconquistar la Moncloa.
La hemeroteca nos ofrece un volquete de testimonios contrarios al discurso oficial. Incluye nombres tan señalados en la vida pasada y presente del PSOE como los históricos dirigentes Felipe González, Alfonso Guerra o Joaquín Almunia, o barones como Emiliano García Page y Javier Lamban. Por no ir a los Francisco Vázquez, José Luis Corcuera, Joaquín Leguina, que no pierden ocasión para arremeter contra Sánchez.
Sin embargo, solo tenemos noticia de la previa expulsión de Leguina, respecto al que sí pudo acreditarse una petición de voto para el PP de Isabel Díaz Ayuso. El expediente que incluyó en su día a Redondo, pero fue “absuelto” (es la palabra que utiliza en conversación con el articulista) cuando demostró la falsedad de la imputación que se le hizo.
No hay noticia de ninguna otra causa disciplinaria abierta al resto de los críticos, a pesar de que se han multiplicado en los últimos días por cuenta de las presuntas intenciones socialistas de apadrinar en el Parlamento una ley de amnistía para los líderes independentistas del “proces”.
Lo que ha declarado públicamente el expresidente Felipe González es, aunque con otras palabras, lo mismo que Redondo escribió a principios de este mes en la prensa, sobre lo que ocurriría si se concediera esa amnistía a los golpistas del 1 de octubre de 2017: que el PSOE quedaría como el responsable de impugnar el periodo político más brillante de nuestra historia.
“Seguiría llamándose PSOE pero ya no sería el partido de los años finales del siglo pasado”, sostenía Redondo. Dice que la eventual tramitación de una ley de esa naturaleza “convertiría en irreconocible al partido al que me afilié hace más de cuarenta años”.