Fachirrojos y rojifachas

Aunque nos resistamos a envejecer, como un Peter Pan de marca blanca, ocurre, ocurre. Ya no solo es el dolor de huesos, la artritis, la artrosis, la pérdida de estatura, la ciática y demás achaques. No solo es engordar al ver un pastel sin necesidad de entrar en la pastelería. Es la mente, amigo lector. La mente cambia. Sabes que te has vuelto viejo cuando tardeas en vez de salir hasta las tantas. Cuando cuentas los días hasta la jubilación. Sabes que estás perdido cuando ves un Donut y ya no te apetece. Tu cerebro no necesita el azúcar de una mosca y ha descubierto el Dry Martini y desechado los licores dulzones salvo el Licor Café, ese invento gallego que pretende destruir la vida en la Tierra (vale, no es dulzón, o sí, a saber, es el mal). Tu cerebro quiere sobre todo el mando de la tele, como El hombre cojín de La que se avecina. Tu cerebro usa la freidora de aire con la soltura con la que antes le dabas la vuelta a la tortilla. No queda otra que aceptarlo y pensar en Lynch, en Eastwood y en Williams. Y en que no vas a gastar en un año el carnet de porno que hace unos meses pretendían imponer en uno de esos momentos gubernamentales de trilero que abundan de un tiempo a esta parte.


Una de las cosas que tienes claro al hacerte mayor es a tener las cosas claras inmersas en lo simple (me ha salido una frase de Anagrama, no soy yo, es el Dry Martini). En mis tiempos (soy vieja) si eras facha eras facha, si eras rojo eras rojo. No había fachirrojos ni rojifachas. Ahora todo es difuso, así que yo, como soy mayor, me confundo. ¿Estás a favor de los derechos de los trabajadores pero el tapón de la botella unido a la misma te parece un asco? Eres facha. Pongo voz de abuelo Cebolleta: en mi época un facha leía El Alcazar. Otro ejemplo: te gusta Batman, es un superhéroe que se sacrifica por el bien común de su ciudad y siendo rico podría estar, como mínimo, rascándose sus gónadas. Eres facha, amigo lector. Lo siento, lo eres. Tú, que has votado siempre a la izquierda, eres un soberano fascista. Abraza tu nuevo estatus. ¿Estás viendo al pelirrojo de las hormigas de peluche en vez de al chico revoltoso? Facha. Si ves al revoltoso con un médico que va a cuidar paganitos aplaudes porque los impuestos hacen el bien, aunque Batman sea el mal sin impuestos. Si ves al revoltoso con Belén Esteban eres un disfrutón, si la ves con el de las hormigas eres facha. Al revés: eres facha pero no quieres tener hijos porque no has recibido la llamada, eres una woke charo roja que acabará sola con los gatos y vino (no es mal plan pero soy alérgica a menos que me regalen un gato de esos modernos, que las ciencias avanzan una barbaridad).


Un mix de todo esto es Almodóvar: tener hijos (tú) es de fachas, pero acoger hijos (casi siempre varones) de señoras que los tienen sin ningún tipo de planificación familiar  es ser rojo y empático. Pero antes eso era de fachas que querían salvar a los negritos del África y tener un montón de hijos es facha. Yo me pierdo. Si eres rico eres facha por definición, como Batman, a menos que seas rojo, que los rojos tienen derecho a ser ricos sin convertirse en fachas por algún sortilegio indescifrable. Almodóvar tiene un yate desde el que (hace muy bien) disfruta de los veranos lujosos. Cualquier otro que tenga un yate o un velero y sea atacado por las orcas es una maravilla, porque todos los que tienen yate o velero son ricos, y por ende, fachas. Las orcas son antifascistas, pero si atacan a Almodóvar mientras goza de su velero son fachas. O algo así, que yo ya tengo artrosis y me lío, como Ana Belén.

Fachirrojos y rojifachas

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