Hace mucho tiempo que vengo insistiendo en la idea de que la derecha arrastra un serio problema de comunicación. Quizá un gabinete de análisis alejado de Génova 13 que no tenga la necesidad de arrodillarse ante el jefe buscando agradar y, ya de paso, buscarse un acta que le garantice un mínimo de cuatro años de un buen trabajo, cómodo y con muchas prebendas. Los palmeros que juran lealtad al que manda, suelen mantener esa lealtad mande quien mande y siempre a costa de la lealtad anterior. Hay quien dice que es ley de vida, pero me temo que en política va más allá: con tal de mantenerse en el sillón se cambia de lealtad, de principios y se borra la memoria. La gratitud es efímera, signo inequívoco de mediocridad y aquí puede estar el problema. Los aparatos de los partidos se nutren de mediocres leales que sustituyen sus pensamientos propios por relatos que agraden a quien puede mantenerlos o sustituirlos. No pretendo hacer una crítica destructiva, todo lo contrario, pero lo cierto es que, para hacer una tortilla ¡hay que romper huevos! En su día no entendí a quien diseñó aquella campaña de ‘verano azul’ que acompañó a Feijóo durante las últimas elecciones generales, era de una superficialidad impropia, una infantilada que evidentemente no funcionó, desconozco el destino del creador de tal proyecto pero me temo que sigue cerca de Génova. Tampoco entendí quién aconsejó al presidente popular asistir a aquella entrevista trampa con Silvia Intxaurrondo, aquello fue la última gota que colmó el vaso para dar al traste con las encuestas que, hasta entonces, daban una clara victoria a los populares. Hay quien culpa a las encuestas y no es verdad, aquella entrevista fue demoledora y la ‘periodista-activista’ consiguió su objetivo. Ahora sabemos el precio de aquel trabajo sucio que le supuso un contrato millonario en TVE, la izquierda y Sánchez especialmente, pagan bien a sus palmeros. Dando un salto en el tiempo nos sorprendió el PP con un video desafortunado que presentaba a Sánchez con un cuerpo escultural y obró el milagro de hacer guapo a Santos Cerdán, cosa harto complicada. Una vez visualizado nadie hablaba de la corrupción si no de las imágenes, posiblemente la autoría tenga algo que ver con la de ‘verano azul’. Más allá de tener que pedir disculpas a Dominicana y cabrear a Sandra Barneda el video estaba condenado y, finalmente, retirado. ¿Nadie analizó previamente las consecuencias que podría tener ese trabajo? Posiblemente sí, pero no un analista de comunicación, quizá un palmero. Y, finalmente, llegamos al caso Mazón en Valencia. El PP está sufriendo una sangría demoscópica por mantener al frente de la Generalidad valenciana al señor Mazón. Quien lo conoce me cuenta que es un buen tipo y no tengo por qué dudarlo, lo cierto y verdad es que los valencianos no tienen la percepción de que su presidente haya estado a la altura de las circunstancias y el propio F eijóo reconoció que eso es cierto. Bien es verdad que muchos pensamos que la negligencia no fue solo del gobierno valenciano, Sánchez se retrató con aquel “si necesitan ayuda que la pidan” y aún hoy las ayudas que Sánchez prometió no llegan a las víctimas de aquella catástrofe. Mazón está estigmatizado y, políticamente amortizado. Es cuestión de tiempo su salida del cargo, pero ese tiempo supondrá un mayor desgaste del PP y puede poner en riesgo la mayoría popular que gobierna en Valencia tras la renuncia de Vox. Es verdad que la izquierda, política y mediática, están queriendo sacar rédito electoral de la desgracia ocurrida, pero Feijóo debe recordar aquello que se decía en el servicio militar y que nunca era una buena solución: “Para fastidiar al sargento… ¡no como el rancho!”. Y murió de inanición.