Siguiendo la fructífera senda del filibusterismo parlamentario –avalada por la indolente oposición– ante la disyuntiva de tener el gobierno la necesidad de aprobar los presupuestos generales y no contar con los socios suficientes, podían probar a redactar un proyecto de ley. Sirva, de ejemplo, regular la merca ambulante en las satrapías periféricas. Un proyecto legislativo que se haga atractivo para esa grey, en el que se reconozca el inalienable derecho de las distintas ciudades estado a regular la venta, entrada y salida de mercancías de sus límites territoriales, retomando, si es necesario, el fielato y economato como figuras de modernidad y justa distribución de la carga fiscal entre ciudadanos.
Una ley capaz de colmar las ambiciones independentistas y con la que estén de acuerdo populistas de todo pelaje. Una norma sencilla en su parte dispositiva, con una farragosa exposición de motivos y su catarata de disposiciones transitorias, capaces de inducir al sopor a los amodorrados seres que sestean en las bancadas de la institución.
Pero en esta ocasión, colar la añagaza en el título: Ley para la regulación y aprobación de la merca ambulante, sus supuestos y «presupuestos», por ejemplo. E ir luego incluyendo en cada artículo las partidas ministeriales. Ejemplo: En atención a la salubridad del puesto de venta se destinará una partida para sanidad de millones mil. ¿Quién se puede negar o sospechar?