En España, el grito “Gibraltar español” representa una reivindicación histórica de la sociedad para recuperar el Peñón bajo control de Inglaterra desde el Tratado de Utrech. Durante el franquismo, ese grito era fomentado por el régimen como una forma de realzar el sentimiento nacional y desviar la atención de problemas internos.
Pues este grito fue coreado por los jugadores españoles, Morata y Rodri, en la celebración del título de la Eurocopa 2024 el día 15 de julio y por eso la UEFA les abre un “procedimiento disciplinario”. El organismo que gobierna el fútbol europeo les atribuye cargos tan singulares como vulneración de los principios de conducta, utilización de acontecimientos deportivos para manifestaciones no deportivas y desprestigio al fútbol y a la UEFA. Su Comité de Control, Ética y Disciplina decidirá, dice el comunicado, que deja entrever una sanción a ambos futbolistas.
Con la apertura de este expediente a mí me pasa lo que a Santo Tomás, “si no lo veo, no lo creo”. Primero, porque estos dos jugadores y sus compañeros estaban fuera de un recinto deportivo, no portaban otra bandera que la española, no ofendieron a nadie, salvo a la federación de Gibraltar, y tampoco conculcaron normas de conducta de la UEFA, ni los principios del fair play. Tan solo hicieron uso de su libertad de expresión.
En segundo lugar, indigna que sea la UEFA, que nada en corrupción, la que abra un expediente por esta chorrada. Al margen de otros episodios corruptos, con motivo del Mundial de Qatar de 2022, el Parlamento Europeo (PE) señaló a la FIFA, que gobierna el fútbol mundial, y a la UEFA como organismos corruptos por blanquear a Qatar a cambio de sobornos económicos que “han dañado gravemente la imagen e integridad del fútbol mundial”.
Esa misma UEFA, corrupta según el PE, ve ahora “la paja en el ojo” de los futbolistas de la Roja que, llenos de alegría, celebraban la consecución de la Eurocopa en una plaza de Madrid y, recordando que su rival en la final fuera Inglaterra, cantaron “Gibraltar español”. Como podían cantar “Viva Cartagena” o “yo soy español, español…”.
El gobierno del proceloso mundo del fútbol tiene su estructura, sus leyes, su justicia deportiva y se comporta como un “estado” más poderoso que los Estados nacionales sin que ningún Gobierno se atreva a abrir sus ventanas para que entre el aire fresco de algo de transparencia. Por eso, no busquen en esos organismos la libertad de expresión ni otros derechos que asisten a los ciudadanos en una democracia, que la dictadura de FIFA y UEFA desprecian.
En fin, que el grito “Gibraltar español” encierra una mezcla de nostalgia histórica, reivindicación política y expresión de identidad nacional. La frase sigue teniendo un poderoso simbolismo en la conciencia colectiva española que despertaron ese día los dos jugadores señalados por la UEFA.