España fue y es tierra de grandes humoristas. Muchas generaciones disfrutaron leyendo La Codorniz y Hermano Lobo, viendo los sketches de Tip y Coll, de Gila, de Martes y Trece, escuchando los monólogos de Pedro Ruiz o Moncho Borrajo… y ahora somos muchos los lectores que buscamos en las viñetas de los periódicos la visión pícara e inteligente del humorista que nos presenta la actualidad con una mirada más distendida.
Todos estos cómicos sobresalían por su imaginación creativa para mirar al mundo con ojos renovados, descifrar la complejidad de la vida cotidiana y presentarla más agradable a los ciudadanos. Y sobresalían por su respeto a todas las sensibilidades. Ellos observaban el entorno político, económico y social con agudeza, sabían detectar contradicciones y reflejaban la realidad desde una perspectiva crítica, pero humana y amable.
Cuando abordaban temas delicados, como las creencias religiosas, sabían armonizar el filo afilado de la sátira con la consideración hacia los valores y sentimientos de los demás y trataban los temas con inteligencia, elegancia y respeto. Sin renunciar a su libertad de expresión, nunca utilizaron expresiones o comentarios irreverentes u obscenos que podían ofender no solo a los católicos, también a personas sensibles, sean creyentes, agnósticas o ateas.
Esta larga introducción viene a propósito de lo ocurrido en las campanadas de fin de año en Televisión Española. En aquel marco festivo y provocador dos presentadores puestos por el poder quisieron jugar a humoristas y faltaron al respeto a millones de cristianos y de ciudadanos sensibles mofándose de un símbolo como es el Sagrado Corazón de Jesús, imagen icono del catolicismo, faltando al respeto debido a las creencias religiosas.
“A veces para triunfar en el mundo mediático “no hace falta talento”, escribió Carmen Posadas. El modus operandi, dice la escritora, consiste en buscar a quien ofender y cómo. Las creencias religiosas, por ejemplo, son un filón. Pero, ojo, no cualquier creencia. Ofender a los musulmanes es peligroso y meterse con los judíos es poco aconsejable. La Iglesias católica, en cambio, es ideal… Igual que la Monarquía, que ofrece también interesantes posibilidades a los ofendedores”. En ambos casos sale gratis porque los ofendidos no salen a defenderse.
Este tipo de provocaciones son propias de personas limitadas, carentes de recursos para crear un humor inteligente y utilizan su libertad de expresión para herir los sentimientos de los católicos. Y para herir también a muchos ciudadanos sensibles que constatan que unos presentadores del “establishment” utilizan la grosería e irreverencia desde un medio público que pagamos todos para denigrar creencias de millones de personas. El escaso talento demuestra que algo falló en el proceso educativo de los dos protagonistas de un humor tan chabacano.