Si en Soria han creído que otra Soria era posible, y merced a esa convicción han dado el primer paso para que lo sea, votando mayoritariamente al nuevo partido que representa esa aspiración, ¿qué razón habría para que los castellano-leoneses no pudieran concebir, y lograr, un gobierno regional sin la presencia en él de la ultraderecha?
Ni Casado ni Mañueco quieren saber nada de otra fórmula que no sea la de gobernar con Vox por mucho que ello hipoteque el futuro de su partido, pero eso no quiere decir que otras fórmulas no existan. Viviendo Casado al día como vive, trampeando aquí y allí para llegar vivo a las generales, supone que con la entera deglución de Ciudadanos tiene ya en su poder, bajo su control, el voto de la derecha, y que el que aún le falta, el de Vox, puede hacerle la función de muleta que venía haciendo el del ya casi extinto partido de Arrimadas. Se equivoca.
No sólo hay una mayoría posible para la continuidad de Mañueco, el ganador por los pelos de las elecciones, al frente de la Junta de Castilla y León. De entrada, la abstención del resto de los partidos en su investidura se la garantizaría sin necesidad del apoyo del partido de Abascal. A partir de ahí, para la gobernación, podrían irse negociando otras fórmulas puntuales con el concurso, activo o pasivo, de las demás formaciones políticas en un escenario que se compadecería con la realidad plural de los resultados electorales, pues el PP no ha obtenido, ni de lejos, la mayoría absoluta. ¿Difícil? Sí. Pero más lo sería con la ultraderecha en el gobierno de la región, con su tendencia a la regresión en todos los órdenes.
El PP, del que Vox, no se olvide, es una escisión, no es que asimile como inevitable la “liaison dangereuse” con él, sino que la ha buscado. Deshaciéndose de mala manera de Ciudadanos, anticipando sin venir a cuento las elecciones cuando Vox se hallaba más pujante, la ha buscado, pero no sólo podía haber evitado buscarla, sino que aún está a tiempo de no encontrarla, de no enredarse fatalmente en ella. Por desgracia, ni un Casado obsesionado por llegar como sea a La Moncloa, ni un García Egea de una rusticidad política inconmensurable, ni un Mañueco sin voz ni voto, antepondrán los intereses generales de los castellano-leoneses, tan necesitados de una atención no sectaria, a los suyos propios.
Hay una mayoría posible, PP y Vox, y otra tan posible como esa, por no hablar de la más imposible de las posibles, la de un gobierno en la Junta a la alemana. Pero Casado sólo ve una, la que buscó.