El comisionista Víctor de Aldama, persona próxima al centro del poder, destapó presuntos episodios de corrupción en el entorno del presidente, del Gobierno y del partido que lo sustenta. En su confesión ante el juez aparecieron reuniones varias, la foto con el presidente en zona reservada, el Delcygate, amantes y pisos, sobres, sobornos y mordidas… y altos cargos del Gobierno y del PSOE citados.
No es necesario traer a este comentario el relato de los hechos conocidos al ser publicados en todos los medios de comunicación de España y seguro que en muchos medios extranjeros. Pero este episodio, que está convulsionando la opinión pública y la vida nacional, da pie para varias consideraciones.
La primera es la reacción de los cargos políticos citados por Aldama –miembros del Gobierno y del PSOE– que reniegan de él contradiciendo lo que decía Bolaños hace unos días: “Este Gobierno protegerá a todo aquel que colabore con la justicia” denunciando la corrupción. Negar los hechos, algunos contrastados, es la estrategia del Gobierno y el partido, empezando por negar toda credibilidad al personaje.
Pero como todos tenemos memoria histórica, reaparece una pregunta pertinente en este contexto: ¿Por qué los “nominados” por Aldama creyeron a Bárcenas, a Granados y a otros corruptos del Partido Popular, todos ellos presuntos delincuentes entonces, y ahora dicen que son falsas las confesiones del comisionista, delincuente confeso? Cuando “largaban” los de la Gürtel, de la Púnica y de otros casos, todos los citados le daban una credibilidad que ahora niegan a esta garganta profunda. ¡Ay, las distintas varas de medir!
Dos anotaciones más. La primera, que el juez sí dio credibilidad a la confesión de Aldama. Mientras, el presidente del Gobierno, que tiene escasa credibilidad, la calificó de “menuda inventada” y le reta a que pruebe cuanto ha dicho. La respuesta del comisionista fue clara: “Si el presidente quiere pruebas, las tendrá”. Las esperamos impacientes.
La segunda anotación se refiere a los socios del Gobierno. En 2018 votaron a favor de la investidura que, según dijo el entonces candidato, tenía como objetivo limpiar la política nacional de la corrupción del Partido Popular y regenerar la vida pública. Ahora parece que esos socios solo se escandalizan con la corrupción de los populares porque comparten la putrefacción sistémica del PSOE y del Gobierno al que seguirán apoyando, eso sí, subiendo el precio de sus votos. Forman una “manada política” que practica el chantaje chapoteando en el cenagal de la corrupción. Así es su gran coherencia política.
Una pregunta final: ¿Qué más tiene que pasar para que se acabe esta pesadilla de un Gobierno que, además de presuntamente corrupto, está entregado a los que quieren destruir el Estado? Solo queda la esperanza de que la justicia salve a España y a los españoles.