La señal de tráfico más imaginativa y didáctica que conozco es la que encontró un automovilista que circulaba por una carretera sinuosa y llegando a una curva vio una figura humana inscrita en el interior del triángulo y debajo la leyenda: “¡peligro, ministro pensando!”.
No la busquen en el Código de Circulación, es una “ventana de humor” de Idígoras y Pachi que cité en otro comentario y se puede aplicar hoy al ministro de Consumo, “el pensador” que sorprende a los ciudadanos con ocurrencias, que no ponen en peligro las cuentas del Estado, pero atentan contra sectores productivos y ofenden por su superficialidad y extravagancia. Primero injurió al turismo que da trabajo a millones de personas y aporta mucho dinero al PIB. Después la emprendió con el consumo de carne en una campaña que fue muy contestada por el sector y acaba de “rematar” en The Guardian (26.12.2021) diciendo que las críticas recibidas “son de hombres que sentían que su masculinidad se vería afectada”. Con un par, sí señor.
Pero en la colección de perlas de este ministro hay que recordar en vísperas del día grande de los niños la campaña que costó 82.000 euros para concienciar a los pequeños y a sus padres sobre los estereotipos y roles sexistas de los juguetes. “Las cocinitas o los coches de carreras quieren poder jugar tanto con niños, como con niñas”, se dice en el vídeo en el que dos muñecos reivindican “nuestro derecho a jugar con el 100% de los niños y niñas y no con el 50%. Por eso hemos convocado una huelga”. Fue la primera e insólita huelga de juguetes de la historia que el 12 de diciembre reunió en el Parque del Retiro de Madrid ¡a 50 personas!”.
¿Es esta la forma de combatir la discriminación sexista de los juguetes, si es verdad que aún existe en la sociedad española? Un internauta que se define “viejo y de izquierdas” decía que el ministro y sus camaradas “hacen un daño incalculable a la sociedad con su postureo y su demagogia ignorante que propaga una ideología de género ridícula y absurda”.
Es curioso que Consumo no haya dicho una palabra sobre la inflación galopante que abarca a todos los productos, desde la luz a la cesta de la compra, y castiga a las personas más humildes. Seguro que está pensando, ocupado en profundas reflexiones sobre el sexismo de los juguetes.
Los niños se divertirán mañana con los triciclos, las muñecas, los coches, la playstation, los costureros o los caballos que han pedido a los Reyes. ¿Por qué violentar sus inclinaciones naturales? Déjelos jugar en libertad, señor ministro, los padres saben qué juguetes han de comprar a sus hijos.
Claro que el primer responsable de sus ocurrencias pueriles es quien le mantiene en el cargo.