No es normal que la vicepresidenta del Gobierno comparezca en el Parlamento para explicar la financiación singular de Cataluña y se limite a decir que al acuerdo entre Esquerra Republicana y el Partido Socialista de aquella comunidad se le puede llamar como se quiera, hasta se le puede llamar “concierto solidario, mirada nueva a la financiación…”.
Pero la señora Montero modula el lenguaje y en Cádiz “aclaró” que ese acuerdo se ciñe, por ahora, al IRPF, pero será extensible al resto de los impuestos. Algo es algo, de sus palabras se puede deducir que la financiación singular va a ser un calco del concierto vasco, lo que negaba hace pocas semanas.
Tampoco es normal en el contexto de su comparecencia que dedicara tan solo 5 minutos de su primera intervención a explicar la financiación singular y empleara 32 minutos a una sucesión de ataques y reproches a la oposición de los populares mientras les pedía su apoyo para esta y otras causas. Los ataques continuaron en los turnos de réplica porque para la vicepresidenta, los populares son los culpables de todos los males que aquejan a España, desde el paro y la financiación hasta la inmigración o la vivienda.
En los reproches a la oposición no está sola. Es curioso que cuando pierden la mayoría de la investidura en el Congreso por los 7 votos que niega Puigdemont, el Gobierno en pleno, en lugar de reprochárselo al prófugo de la justicia, arremeten contra el PP y su líder a los que descalifican e insultan con palabras de trazo grueso. Pagan su frustración, no con Junts que es el culpable, sino con los populares y nunca reconocen la mínima virtud en el adversario, ni defectos en el bando propio.
Esa tendencia de culpar siempre a la oposición es una estrategia del Gobierno para polarizar el debate y mantener movilizado al electorado propio y, al tiempo, es una forma de desviar la atención de su incompetencia para la gestión política. Es posible que esta estrategia genere réditos a corto plazo, pero a la larga los ciudadanos, que no son tontos, esperan que el Gobierno deje a un lado las excusas y se centre más en el análisis de los problemas y en la búsqueda de soluciones que, en palabras del intelectual americano Richard Sennnet, “en intentar eliminar al rival político”.
Hecha esta digresión, seguimos sin conocer los términos del acuerdo ERC-PSC, qué es lo que se ha firmado y qué compromisos adquirió el Gobierno. Nos deben esa explicación que, a juicio de muchos analistas, no quieren dar porque la financiación singular para Cataluña, tal como parece estar acordada, atenta contra el principio de solidaridad y amenaza la cohesión territorial, una de las columnas en las que se apoya el régimen autonómico. Es muy fuerte tener que explicar que equiparar la financiación de Cataluña a la del País Vasco y Navarra equivale a empobrecer al resto de España.