Orquesta

Todo en orden ya. El Deportivo ha cumplido su misión principal, actuar como equipo ascensor que se precie y abandonar el abismo. Cuando mis amigos de la Ponferradina (adelante y arriba)me invitaron a la zona VIP del estadio de Riazor pensando en el posible gafe que efectuaría sobre el equipo blanquiazul no se equivocaron: lo que pasó es que esta vez mi gafe, tan volátil como siempre, cayó sobre la ciudad templaria como el martillo de Thor y a partir de mi asalto a las garimbas y hamburguesas del bar del Depor, el equipo no volvió a perder un partido y voló hacia segunda con el paso ligero de un dios griego. Pero como el Depor y Coruña no pueden tener paz dos días seguidos, ya se montó trifulca con el Ayuntamiento Y ABANCA, que por lo visto ya se ha arreglado y estamos en paz de nuevo hasta la próxima. Nos deben una celebración en María Pita, eso no es negociable, Inés. 


La vida sigue y mi esguince también. Se reproduce por esporas o algo, porque cada mes pide un carrusel de emociones (como el Celta en las últimas jornadas de la liga) y el tobillito ha vuelto a torcerse y a requerir de tobillera ultramoderna, nada que ver con aquellos vendajes apretaos de mi época futbolera. Hoy la ciencia avanza que es una barbaridad, pero los días con bastón no me los quita nadie. El gafe que le hurté al Depor regresó en forma de perderme varios eventos esta semana. Especialmente fastidiada por no haber podido ir a la preciosa librería “Moito Contó” a ver a Miqui Otero, la nueva revelación de las letras catalanogalaicas. Miqui ha escrito “Orquesta”, una maravilla ambientada en una noche de verbena, pura poesía para los que crecimos al ritmo de las orquestas como Los Tamara, Los Satélites o más adelante La Panorama o La París de Noia. Todo empezó con Pucho Boedo, señoras y señores. Por mucho que Miqui viva en ese infierno urbano llamado Barcelona la pulsión gallega nunca abandona, como Rexona, esa poesía que rezuman sus letras huelen más a lluvia, musgo y hierba mojada que a tomillo o romero seco. En fin, lean a Miqui Otero y déjense de tanto thriller con islas y faros que parece que por aquí seguimos con Enid Blyton y las excursiones a Kirrin.  Miqui se fue a la tienda del Depor a comprar una camiseta, quizá iniciando esa transformación que se acentúa con la edad de pertenecer a un club pequeño, pesquero y luchador antes que a uno que dejó marchar a Messi. Tenemos un estadio al lado del mar, rodeado de baretos, ventanas engalanadas y pavos vendiendo percebes furtivos, al lado de un frontón en el que se celebran combates de boxeo, de la piscina que nos enseño a nadar a los escolares de los 70 y cerca de un local de esgrima y de halterofilia. Riazor es el eje más genuinamente coruñés: Ciudad Jardín, Ciudad Escolar, ciudad marinera, ciudad burguesa, ciudad obrera, el mar y Estrella Galicia. No se puede pedir más, Riazor es como una Orquesta bien ensamblada que cuando tiene un buen director puede llegar a la excelencia. Me contaron hace unos años que Karajan venía mucho por Galicia en su velero, a comer marraxo en Cedeira y disfrutar del Atlántico salvaje. Quien sabe si algunos de los barcos que veo desde mi ventana es el barco fantasma de Karajan buscando un lugar que es como una orquesta bien ensamblada, como el libro de Miqui Otero, como lo es Coruña cuando suena en armonía con su mar y con su club de los amores. Miqui, deja al Barça y vente al Depor. Sufrirás más, pero seguro que escribirás todavía mejor (si eso es posible).

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